Capítulo 10. Dulce venganza.

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Tres meses después están Anabel y Miguel entrando a su casa, ambos con cierta incomodidad uno con respecto al otro. Parece mentira que con tres escasos meses de casados ya empiezan a aflorar algunas diferencias, sobre todo por la discrepancia en el horario de trabajo; mientras a Miguel se le facilita amoldarse a ella, Anabel, se rehúsa a ceder, ya que alega que su consultorio dental está apenas iniciándose, por lo tanto debe estar disponible las veinticuatro horas de los siete días de la semana en caso de cualquier emergencia, aunque escasas tal vez, sólo tal vez, dos veces al mes en las cuales ella sale pasada la medianoche, pero no regresa hasta casi el amanecer visiblemente agotada.

Esta noche es una de esas, aunque algo fuera de lo común, pues la llamada la recibió casi a las ocho de la noche justo cuando iban a hacer su pedido de comida en un elegante restaurante de la ciudad. Miguel trata por todos los medios de hacer que ella atienda al paciente el día de mañana a primera hora, pero Anabel con la excusa que se trata de un niño que se cayó de su bicicleta convence a Miguel.

El cuerpo de su esposo se tensa sobre el sofá de gamuza marrón, toma uno de los cojines para abrazarlo con fuerza sobre su pecho, frustrado, mientras deja caer su cabeza hacia atrás buscando algo de resignación. Pero —¡maldita sea!— reprocha en voz alta, —que niño tan inoportuno— continúa con su diatriba —¿tenía qué volarse los dientes precisamente esta noche?— protesta mientras que se levanta alborotándose la cabellera para encaminarse a darse una ducha fría, sí muy fría pues hoy se había imaginado cerrar con una buena entrega sexual para celebrar un mes más de feliz matrimonio.

Mientras que su esposo lleva dos horas dando vueltas sobre su cama vacía, a ella le están dando vueltas una y otra vez para follarla como a Lluis se le pegue la gana. Ambos ríen al recordar como el día de su boda tuvieron sexo en el pequeño baño del salón de fiesta. Sin embargo, Anabel ha estado más pendiente de no volver a cometer el error de dejarse marcar la piel, pero eso ha tenido un alto precio, el cual ella está más que gustosa de pagar, sin exigir nada a cambio. Han logrado mayor excitación pues han aprovechado para experimentar con juguetes sexuales electrónicos que son introducidos en ella, al igual que los anillos de expansión anal y piercing removibles vaginales.

Anabel necesita o, peor aún, añora entregarle su alma con tal de que su amo y señor, Lluis, la elija por sobre todas las mujeres. Ella quiere demostrarle que como ella ninguna. Odia sentir que los celos la carcomen al imaginarlo con otra sea quien sea, pero sobre todo con aquella mujer que vio en el hotel. Con cada entrega ella intenta borrar aquel recuerdo tan amargo y lleno de dolor.

Esta vez el anillo de expansión tiene un hermoso detalle que lo hace brillar mientras las rítmicas embestidas son recibidas con violencia, el ardor se incrementa producto de la cantidad de pimienta líquida que Lluis traviesamente aplica como lubricante cada tanto tiempo. Los gemidos son largos y profundos, para nada civilizados, ya que ambos cuerpos sudorosos están casi a punto de explotar, vaciarse por completo, es la merecida recompensa luego de tan brutal follada.

Media hora después ya con un Lluis bañado, vestido y perfumado, Anabel se pregunta cómo pudo dejar plantado a Miguel sabiendo que esta noche en particular es importante para ellos como pareja. Pero como si su amo y señor pudiera oír sus arrepentidos pensamientos, él, ríe a todo pulmón a la par que busca besar sus hinchados labios para finalmente morderlos aun sabiendo que dejará una huella, marca que ya verá su amante casada como la justificará.

—Tranquila mi casadita infiel— le dice burlón —de todas las noches esta es la más segura para que él no sospeche de nada— le dice con seriedad al verla ligeramente arrepentida, eso pincha su masculino orgullo, disminuyendo la sensación de dominación que experimenta sobre ella. —¿Quién en su sano juicio va a sospechar que su recién esposa le va a hacer infiel una noche de aniversario?, aunque suena algo cursi eso de celebrar el tercer mes— trata de tranquilizarla mientras ella todavía está desnuda con las piernas abiertas destilando todo el semen que sale de cada orificio de su infiel cuerpo en espera que él le dé la orden de ir a bañarse. —Además eso es tan inverosímil como que una mujer vestida con su traje de novia se deje coger por su amante en un baño mientras que su esposito está recibiendo las felicitaciones por haberse casado con una joya de mujer— bromea para relajarla.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora