Capítulo 12. Retos y mentiras.

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Dar vueltas no le sirve de nada a Miguel, esa confortable cama está diseñada para dos no para una persona, por mucho que él estire su cuerpo acaparando el lado que normalmente ella usa no le da la sensación que tanto busca. Moverse de un lado a otro, ubicarse boca arriba o boca abajo es lo mismo. Aunque está definitivamente molesto y desilusionado una pequeña risa traicionera brota de sus apretados labios, muy a pesar suyo, al reconocer que él es totalmente dependiente y adicto al cuerpo de su esposa.

Su pene reacciona ante una erótica idea un poco descabellada tal vez, pero qué diantres, son esposos, así que no está fuera de lugar, posa los pies sobre el piso de parquet para luego caminar en puntillas como si de una misión ultrasecreta se tratase, una sonrisa se asoma en la comisura de sus labios para permitir a una lengua mojarlos una y otra vez con cada paso. Extiende su mano, toma la pequeña perilla en forma de diamante y desliza la gaveta que está en la parte superior de la peinadora, allí, justo debajo de su colección de perfumes donde el aroma a jazmín y rosas suelen impregnar el femenino cuerpo de Anabel. Por momentos duda en continuar con su travesura, pero diablos necesita liberar toda la tensión sexual que abruma tanto a su ya inquieto cuerpo como a su desvelada mente. Sin embargo, son sus instintos más primitivos quienes toman control de la erótica escena que se repite una y otra vez en su imaginación.

Termina deslizando la gaveta hasta abrirla por completo y ¡Santos cielos! Ve desplegarse delante de sus ojos una sensual colección de ropa íntima, se toma todo el tiempo necesario para elegir la que lo satisfará sexualmente. Rosa con desesperación sexual una casi translúcida de color zaffre; no lo convence, opta por devolverla a su sitio, aprisiona otra de simple algodón sabiendo que esta, en particular, le quitará las ganas en lugar de ayudarlo, pasa su dedo índice sobre varias hasta que su mirada se concentra en un elegante encaje color vino remontándolo al embriagante sabor del fruto de la vid. «Sí... sí... sí», esta es la ideal para que contraste con el color de su pene, gira sobre sus talones para dejarse caer de espalda sobre el acolchado cubrecama, ya arrugado, eleva sus manos para apreciar la tan delicada tela. Pero ¡Santos cielos!, no es suficiente, así que, luego de tragar saliva la deja caer sobre su rostro, sus sentidos del olfato y del gusto compiten entre ellos tratando de ver cuál tiene el don de acapararle la memoria de a quien ama con locura. Las inhalaciones se vuelven cada vez más profundas tratando de captar cada partícula de la esencia de Anabel, cierra los ojos para maximizar la experiencia, mientras que su pene se llena sin querer evitarlo con un torrente sanguíneo que fácilmente se puede comparar con la energía de un rayo de alto voltaje. Una mano de Miguel baja hasta tocar ese falo que está intentando salir del bóxer, lo libera con premura para darle varios movimientos oscilantes de arriba a abajo mientras que su recorrido se hace cada vez más largo pensando en los sensuales labios de su esposa, bordea el hinchado glande con el dedo pulgar, pero ¡Santos cielos!, necesita de más acción, así que da inicio a una masturbación donde el roce del encaje vino le transmite la cercanía de su esposa.

Miguel media hora después baja las escaleras vestido con un largo pantalón de estampado escocés; un pijama que su adictiva esposa le compró en plena luna de miel. Cruza sus brazos sobre su desnudo pecho, camina hasta adentrarse en la cocina para prepararse un té, sin embargo, opta por algo más fuerte lo que da paso a un sorbo de Brandy Gran Duque de Alba que tanto le agrada para aclarar no solo la garganta sino la mente.

Mira nuevamente la hora en el frío reloj de la sala decorada en las tonalidades gris mate y ocre, truena su cuello como señal de liberación de estrés al darse cuenta de que restan cuatro horas para recibir el amanecer.

El sonido de una llave entrando en la cerradura lo excita, tal vez solo tal vez, en esta ocasión sí ella no está tan cansada aún puedan disfrutarse mutuamente, esa sola idea le tensa a ese amigo de juegos sexuales que tiene entre sus dos piernas, sentir como la sangre se acumula, de nuevo, en el pene como consecuencia directa de cada paso que da ella con su exuberante cuerpo, hace que su imaginación se estimule; verla radiante aunque cansada hace que el glande se sienta apretado entre sus abdominales y el bóxer.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora