Capítulo 24. Cobardes infieles.

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El amanecer le trae a Anabel y a Lluis una sensación chocante e impropia para ellos, pues despertar junto a un cuerpo con el cual no tuvieron acción sexual en cualquiera de sus presentaciones les es extraño, incómodo y fuera de toda lógica. Durante más de tres años sus cuerpos y mentes se han permitido darse el lujo de depender el uno del otro para saciar sus placeres sexuales donde la Sodoma y el morbo van de la mano, así que abrir los ojos, estirar sus cuerpos y desearse los buenos días está de más, sobre todo para él, quién ve en ella un trofeo de consolación; "su peor es nada", una excusa más donde liberarse, aunque sí reconoce que por ahora no está dispuesto a soltar a su sumisa para que otro la posea, de hecho, el saber que su esposo tiene pleno derecho a ese privilegio le molesta, es por eso que la presiona para que su hijo sea el fruto, la evidencia, el testigo o muestra viviente de su turbio amorío.

Para Anabel es agridulce la situación, pues la noche anterior no necesitó del candente cuerpo de su amo y señor, sino que se entregó a Morfeo pensando inevitablemente en Miguel.

En este nuevo amanecer son sus cavilaciones quienes le presentan un punto de inflexión que sabía que llegaría en algún momento, pero jamás imaginó que sería ahora cuando está decidida a perpetuar su sumisión al aceptar la propuesta paternal de quien le ha mostrado un mundo lleno de placer y seducción que la satisface más allá de sus límites.

Un "buenos días" sale de los labios de Anabel, el cual no es correspondido por él, intimar no es lo que necesita ahora, sino sexo duro, mañanero y placentero; en otras palabras: liberación, solamente liberación. Con dura expresión que le permite influenciar en la personalidad de quien compartió la cama anoche y que dicho sea de paso no le sirvió ni para conciliar el sueño, da la orden que ella conoce a la perfección.

Castigo, cumplimiento de reglas y completa obediencia son las herramientas que él usa para descargar su necesidad de estar con Sándra, en su mente no hay conflictos para reconocer que esa pequeña mujer de caderas voluptuosas y senos disparejos lo tiene, ¡maldición!, comiendo en la palma de su mano, lamentablemente para él su ración de comida se asemeja al alpiste necesario para alimentar a una golondrina que no hace verano.

Anabel se deja envolver al instante en el enigmático ambiente que forma parte esencial del BDMS, esa atmósfera que está caracterizada por el sensual rojo y el sombrío negro, donde el sudor, las feromonas y los fluidos corporales son los elementos decorativos para que la fiesta sexual se propicie y llevar a los invitados a un mundo del cual difícilmente quieran salir. No importa el rol elegido; lo verdaderamente valioso es: disfrutar, gemir, alcanzar orgasmos, hacer del clímax una meta conjunta hasta que el cuerpo caiga o se desvanezca del duro y real cansancio. Ella sin dudar de un brinco se posiciona en cuclillas con las manos entrelazadas en su espalda baja y su cabeza inclinada en dirección al piso, pues, esta sumisa ha aprendido por las malas que no es digna de mirar a su amo y señor a los ojos al menos que él exija lo contrario. Su sentido de oído se activa haciendo que las pulsaciones intenten romper las venas por donde pasa una cantidad abismal de torrente sanguíneo, una ligera capa de sudor brillante producto de la excitación y el miedo comienza a formarse alrededor de su columna vertebral, acumulándose justo en esos dos sensuales hoyuelos que están al inicio de sus tentadoras nalgas a la par que sus muslos se contraen en espera de la actividad que complacerá a su amo y señor, porque él en su rol no le debe nada, a quien por voluntad decide entregarse a ciegas a los placeres de él.

Con paso lento la dominante personalidad de Lluis rebusca en su maleta hasta encontrar varios accesorios, juguetes o artículos de tortura sexual, como quieran llamarlos, pues según el uso pasan de uno al otro sin problema más que las marcas que le regalan al cuerpo de su sumisa y los pervertidos, morbosos y sadismos recuerdos que se incrustan en la mente de ambos.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora