Capítulo 20. Hacer el amor y algo más.

469 24 0
                                    

Una inquieta Martha se desplaza de un extremo al otro por la arquitectónica oficina, voltea expectante cuando escucha la pesada puerta de vidrio abrirse, dos pares de ojos a punto de enloquecer se conectan intentando hallar respuestas, pero son las mismas desde hace más de tres días, tres de los cinco días que Alicia, su gran amiga, colega y compañera de venganza no se ha contactado, ni con ella, ni con Oscar.

—Llámala otra vez— sugiere Oscar a la par que termina de cerrar la puerta —necesitamos confirmar su asistencia a la siguiente reunión con Oilinternational ese Felipe Paug es demasiado insistente sobre todo con lo referente a este nuevo proyecto— suelta el atlético Oscar angustiado por la repentina e inesperada desaparición de su cuñada, a la par que, se rasca la nuca, como si ésta, fuera la lámpara mágica de Aladino a la cual le acaba de pedir su último deseo.

—Lo sé Oscar, pero no logro comunicarme con Alicia —Un suspiro pesado sale de la garganta mientras que se quita esos odiados tacones que la hacen ver más alta de lo que realmente es, a la par que se tumba toscamente sobre su sillón ejecutivo.

—Suficiente, voy para su casa— explota Oscar al oír a la secretaria anunciar otra de las millonésimas llamadas de Felipe —La traeré aquí aunque sea de los cabellos— bromea ante tan graciosa idea.

Cuarenta minutos después está el dedo de Oscar tratando de explotar el timbre de la residencia Durán, frustrado y cansado, luego de intentarlo, opta por llamarla directamente al teléfono privado de la casa, pero el resultado es el mismo; un silencio total por la ausencia de ella. Sin otra cosa que hacer vuelve a comunicarse con la oficina presidencial de Artearquitectura.

Escuchar que el esfuerzo de Oscar es una pérdida de tiempo hace que Martha proteste, reniegue, así como también de preocuparse por Alicia, creando dentro de la hermosa mujer un torrente de incomodidad.

Con toda la intención de cumplir con el compromiso comercial adquirido, diecisiete horas después están Martha y Oscar en la sala de embarque para abordar el vuelo que los llevará a afrontar una reunión, la cual, debería ser dirigida por la mente maestra de Alicia, pero el destino o el karma están decididos a usarlos como marionetas.

La mirada del joven Durán se debate entre permanecer mirando la pantalla silenciosa de su celular y las puertas de embarque. Su corazón procura pintar de rosa su relación con Ernesto, el menor de los hermanos de su compañera de vuelo, ese hombre que se empeña en demostrarle su amor, sus deseos sexuales y su dedicación sólo a puertas cerradas.

De hecho, Martha, sabe de los últimos quince meses de la relación porque en la cara la felicidad de Oscar no se borra. De tanto y tanto presionarle una casi confesión disfrazada de ilusión fue lo que esas dos geniales amigas lograron luego de horas de acorralarlo hasta hacerlas partícipe del idílico romance entre ellos. Para Martha no es algo de sorprenderse, pues desde niño Ernesto irradiaba un brillo en sus ojos y un carmesí en sus mejillas cuando el cuerpo de algún chico arrasaba con su corazón, admirar el cuerpo de una chica no le quitaba el sueño, cosa que si sucedía por la presencia de los chicos. Pero saber que él aún no ha salido del closet oficialmente le duele por varias razones, la primera; es sentir que él deja de ser quien en realidad es, por otra parte, odiaría que lastimara a Oscar; ya que una pareja tan abnegada como él es difícil de encontrar, y por último, pero no menos importante su hermano se rehúsa consciente o inconsciente a entregarse por completo, lamentablemente en sus antiguas relaciones fue herido su orgullo, sin importar que tanto se esforzara, siempre era él quien lloraba.

Las horas de vuelo son aprovechadas para repasar cada detalle o posible solución, así como también planificar cada alternativa con tal de hacer de esa crucial reunión un éxito total. Son recibidos por uno de tantos chóferes de Oilinternational, para ser trasladados al hotel como cortesía de su socio comercial, ya ubicados en la comodidad del restaurante, entre el platillo de entrada y el principal, ambos intentan otra vez dar con Alicia por cualquier forma ya sea por medio de mensajes al correo electrónico, o realizar llamadas a su celular sin dejar de intentarlo al privado de la casa, pero dan el mismo resultado; luego de tres repicadas salen las tediosas e inútiles contestadoras, enviar mensajes es casi lo mismo; recibidos más no leídos. Tres horas después deciden dar inicio a la reunión jurándose que finalizada esta, éstos tomarán medidas extremas hasta dar con su amiga, aunque eso, ¡maldita sea!, sea tener que llamar a Matteo Durán.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora