Capítulo 19. Intimidad con sabor a liberación.

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Pasa más de media hora para que él memorice la retahíla que tiene que dar, ¿cómo sus suegros tomen la realidad dependerá de a quién le crean? Aunque sí necesitan pruebas, no solamente trae las capturas de imágenes comprometedoras, más no explícitamente sexuales pues son tan morbosas que se niega a mostrarlas, al menos por ahora, sin embargo, sí, usaría los audios de las viscerales conversaciones de esas dos escorias. Confiado que todo salga bien, se baja pensando, que en caso de requerir más pruebas, allí tiene un puerto USB con los masoquistas vídeos, el cual aprieta en el bolsillo del pantalón, aunque no sabe sí ese simple gesto es para asegurarse de haberlo traído o para darse valor.

Recorrer por última vez esa caminata hecha de piedras le trae miles de recuerdos donde lamentablemente le hace casi arrepentirse de involucrar a sus suegros, pero, afortunadamente, sus pies tienen vida propia al darse cuenta de que ya está a punto de llegar a la flamante puerta de caoba, su dedo imita la autonomía de sus extremidades inferiores, y en un abrir y cerrar de ojos el sonido del timbre repica una y otra vez.

El cuerpo de una mujer desaliñada con ropa arrugada, completamente mojada por el torrente de lágrimas que manan de sus ojos, lo dejan helado, paralizado sin saber qué hacer o decir a la par que unos brazos delgados temblorosos se arrojan a él. Por sencilla y sincera humanidad la recibe cálido, sensible y desinteresado como su personalidad siempre ha sido, luego de un par de segundos la mueve con suma delicadeza hacia la sala cerrando la pesada puerta tras él, pero ella incrementa su llanto mientras que su cuerpo comienza a trasmitirle espasmos. Con los pensamientos navegando en un mar de posibilidades asume que la muerte de alguien es motivo más que suficiente para tal dolor. Y sí, en efecto, acaba de morir una esposa a manos de las infidelidades de su desleal esposo.

Sin intenciones de querer apresurarla para que se calme, él se mantiene abrazado con firmeza al cuerpo casi deshidratado de su querida y respetada Alicia, esa maravillosa mujer de mediana edad que es la antítesis de las tan odiadas suegras, sin dudar ni que se malinterprete sus gestos, él, pasa infinitas veces una de sus manos por la alborotada cabellera a la vez que un susurro sutilmente cantado la empieza a llenar de paz.

No saben en qué momento sí es el cansancio, el estrés o el destino, pero ambos se duermen abrazados como dos niños que acaban de perder a su mascota fiel. Allí acurrucados sobre el gran sofá dormitan luego de varios días llenos del más grande dolor y miseria emocional, para él han sido cinco largos días y sus amargas noches sin dormir, sin poder respirar.

El sonido de un celular los despierta, pero ella observa como la llamada desaparece luego de tres escuetas repicadas, ese es el tiempo que ella vale para él, tres escasos sonidos.

La mirada de Miguel se vuelve hacia esos hinchados ojos en busca de saber por qué no contesta.

—Matteo, mi dominante y posesivo esposo, me es infiel —suelta a la par que intenta controlar nuevamente las lágrimas, intento que como es lógico; falla por completo.

—Tal vez estás equivocada, a lo mejor confundiste lo que viste u oíste —trata sin lograr suavizar la situación.

—No hay nada que malinterpretar, tu suegro hace cinco días estaba en el área de la maternidad esperando el nacimiento de su segundo hijo o ¿debo decir el tercero?, si contamos a tu amada esposa.... No me lo dijeron, Miguel, no lo sospeché, lo vi, lamentablemente, lo vi; maldito seas Matteo Durán, lo vi a escasos pasos; lo vi abrazar a una niña de casi siete años, llamarla hija, mientras que le decía que ya su hermanito está por nacer— la voz se entrecorta hasta que se llena de una furia inconmesurada —tuve que escucharlo feliz decir que ya su familia iba a estar completa.

—¡Dos guisantes y una vaina! —espeta Miguel dejando que toda la ironía salga de él.

—¿Qué?, ¿qué has dicho? —intenta procesar Alicia.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora