Capítulo 9. Caída libre.

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Matteo abandona el reducido cajón del ascensor dando grandes zancadas hacia la formal puerta de su oficina, arroja su oscura chaqueta de tres botones sobre el respaldar de la elegante silla ejecutiva, dobla sus mangas azul celeste hasta la altura de sus codos, tuerce el cuello tratando de encontrar un momento de raciocinio que justifique lo que acaba de ocurrir en el comedor de su hogar.

Dos horas después le cuesta concentrarse así que le solicita a la señora Rita, su secretaria, un clubhouse especial con una merengada de papaya, pues su estómago no para de imitar un concierto de música barroca entre gruñidos y gruñidos estomacales.

Una llamada entrante de Fanny le impide continuar el saborear del abundante y suculento sándwich, protesta, pero recuerda que, en muy pocas ocasiones, ella, lo llama en horario de trabajo. Sin embargo, la voz risueña de ella lo relaja enseguida. La escucha mantener una conversación donde intervienen varias voces, pero ¡mierda!, hay una bastante masculina que hace aflorar cierta incomodidad en el interior del empresario. Se prometió que hoy mismo iría a exigirle explicaciones a su zorrita aunque eso implique tener que regresar a esa casa antes de las dos semanas en las que se supone la castigaría por el caprichito estúpido de pretender iniciar sus estudios universitarios.

Una corta, pero grata despidida entre Alicia y su suegra se da con sinceridad, Luz María, ambas toman caminos distintos; listas para afrontar los quehaceres del día a día. Mientras la mayor se dirige al edificio de la corporación familiar, Alicia, maneja rumbo al gimnasio donde su esposo va con regularidad, allí la esperan para una entrevista con el propietario del local. Nerviosa repasa con detenimiento cada una de las frases para convencerlo de ceder ante su extraña petición, sabe que difícilmente se negará, pero hasta lograrlo no estará tranquila. Ella sabe que tiene dos puntos a su favor; el primero es que está dispuesta a pagar por adelantado doble matrícula de todo un año y la segunda el dueño está pasando por el duelo emocional y financiero de un divorcio también producto de una larga e injusta infidelidad. Son dos ases que le permitirá ponerlo de su lado.

Entrado el atardecer; el estómago de Matteo vuelve a hacer anuncio para ser atendido. Con los documentos todos firmados y las actividades comerciales finalizadas él duda entre volver a su hogar con Alicia o ir a la casa con Fanny, sólo necesita escasos minutos para optar por la segunda opción, con justificadas razones, la principal es que ya tuvo un buen sexo con su esposa, lo cual según él, es más que suficiente para que ella se sienta satisfecha por varios días, y la segunda, pero no menos importante es que necesita una maldita explicación del porqué, ¡mierda!, su zorrita exclusiva estaba hablando tan coqueta con otro hombre.

Mientras conduce por las atestadas avenidas suelta una mano del volante para llevársela hasta la nuca dejándose sopesar por el extraño sentimiento de hesitación, vacilación o simplemente perplejidad que lo embarga al recordar el insólito desayuno con Alicia sentada en su regazo. La luz roja de algún semáforo es razón suficiente para dejar salir de sus gruesos labios —¡Mierda... mierda... y más mierda! —se reprocha quejónzoso al ser el culpable de consentir tanto a su zorrita, porque nunca la presionó para que se comportara como una "cuasi-esposa" digna de él, tal vez sólo tal vez, en el fondo sabía que quería de ella sexo libre, salvaje y violento en lugar de una ama de casa, para eso tiene a Alicia su sumisa y romántica esposita.

Consciente que Fanny definitivamente es una mujer-delivery que es capaz de pasar toda su improductiva vida ingiriendo comida chatarra con tal de no usar ese bien equipado espacio llamado cocina. Opta por detenerse en un elegante restaurant argentino cuya especialidad es la carne en vara, allí sacia como Dios manda, a su cuerpo para luego continuar su rumbo a la casa de su hermosa Liz.

Contra todo pronóstico los olores a comida casera dentro de su second family lo sorprenden, para su desgracia es la sazón de su casi-suegra o como él la llama; brujiza aunque en varias ocasiones según el caso la invoca llamándola Lucifera, pues su infernal carácter es envidiado hasta por el dueño de las siete pailas del báratro... Termina de adentrarse para encontrar a Liz inmersa en la pantalla de la TV, mientras que varias voces femeninas ríen a pleno pulmón.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora