Capítulo 21. Luz tenue para la Intimidad.

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Matteo furioso lanza el celular contra el somier que comparte con Fanny, el no poder comunicarse desde hace ya varios días con su esposa lo tiene de mal humor, lo que le ha provocado iniciar más de una estúpida discusión en busca de descargar su sofocante ansiedad en la recién madre.

Fanny está convencida que por fin, después de tantos años de casi convivir, cree que él, se mudará con todas las de la ley y formarán una familia a tiempo completo. Extrañamente, esta idea le provoca un desconcertante e incómodo desazón en su interior, ya que ella intuye, que él, el padre de sus dos hijos, querrá criar y amoldar a sus hijos según sus altos estándares. Sin embargo, los románticos recuerdos de dos encuentros, por demás íntimos, con Carlos invaden sin permiso sus pensamientos, alterando su corazón, su alma, tal vez de allí es ese amargo sabor de boca al imaginarse una vida completamente atada a un hombre tan fuerte, dominante y posesivo como Matteo. ¿En qué diantres pensaba cuando era una adolescente al entregarse a él?, ¿realmente esperaba que un hombre que le duplicaba la edad sería su pareja ideal?, ¿tan grande era su necesidad de salir de aquel infierno que tenía por familia que la orilló a abrir las piernas ante un experimentado Matteo?

No importa cuánto recreemos el pasado de; tal vez sí, o sí a lo mejor, o quizás sí hubiera hecho tal cosa... porque el tiempo no va marcha atrás, solamente avanza a nuestro pesar, así que por el bien de su familia debe dar todo de sí para lograr que él se incline a formalizar la relación.

Otro día, más donde los gritos descontentos de Fanny protestando o mejor dicho indagando del porqué no se ha presentado ningún miembro de los Durán a conocer a su bebé, —¿cuál es el maldito problema con que sus hijos conozcan a sus abuelos, tíos y primos? —solloza frustrada y dolida ante la frialdad de Matteo con referencia a este delicado tema.

Obstinado de tanto oírla martillar siempre en lo mismo, ¡mierda!, desde el prematuro nacimiento de Liz, él ha intentado meterle en la cabeza hueca de Fanny que eso nunca va a suceder, no al menos mientras que pueda evitarlo, pues para él «tener dos bastarditos dentro de una secund family no es motivo suficiente para romper el castillo matrimonial que comparte con su Alicia. En qué cabeza cabe que él cambiaría la majestuosidad de una reina como su esposa por una mujer como Fanny, una más del montón, y el hecho de haberle abierto las piernas a temprana edad le confirma que lo suyo con su secund familiy no es más que una casa de naipes por la cual no vale la pena luchar». Así que nuevamente arremete contra Fanny hasta casi acorralar el trasnochado cuerpo contra la pared de la cocina.

Es el llanto de una asustada Liz lo que rompe la tan desagradable, violenta y por demás dispareja discusión, sentir como su dulce hija se aferra a los pantalones de chándal gris que cubren sus varoniles piernas lo hace retroceder, pero su ira está tan fuera de control que sin pensarlo mucho toma las llaves del carro, se aferra al volante dejándose perder por sus contradictorios pensamientos a la par que sigue conduciendo sin rumbo fijo siguiendo una a una las interminables hileras de luces e insufribles semáforos los que lo llevan por inercia al único lugar donde podría conseguir un poco de paz.

¡Mierda... mierda... y más mierda!, sin darse cuenta ya está al frente de la puerta principal de su hogar, ese estable hogar que ha creado y levantado con Alicia; la única mujer que él cree y asegura amar.

Unas diminutas gotas de agua frías caen sobre su tenso cuerpo, esa llovizna que empieza a humedecer su pecho desnudo lo trae a su aquí y ahora, cuando se da cuenta, ¡Mierda... mierda... y más mierda!, que está a medio vestir y encima de todo con ropa de casa. ¿Cómo diantres le explicaría eso a Alicia?, sin tener otra alternativa a regañadientes, opta por hacer lo único que puede hacer, ¡mierda!; huir como el cobarde que es.

Justo cuando se ha alejado unas pocas cuadras de su hogar, ve a su hermano dirigirse en dirección a la casa, extrañado, gira con ímpetu el volante para seguirlo, no sin antes, tomar toda la precaución para no ser visto.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora