Capitulo 4. ¿Indiferencia o castigo?

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«¡Mierda... mierda... mierda!» Un fuerte sentimiento de enojo y cabreo se apodera del interior de Matteo al verla abrazada, una puta sensación de impotencia se adueña de su autocontrol. Le importa una mierda que sean dos mujeres iguales pueden tener sentimientos de amor y deseos entre ellas. Aunque eso le suena a enfermizo y asqueroso, imaginarla dejándose toquetear y excitar por unas manos femeninas le causa repulsión. Su enfado aumenta cuando mira como continúan hablando como si él no estuviera esperando por ella.

«Alicia, no sabes lo que te espera, ni te lo imaginas», sentencia, seguro, de que debe darle una lección de sumisión, obediencia y respeto. Pero, en fin, todo será para calmar la rabia y a la vez obtener satisfacción sexual.

Alicia se encamina a través del sendero que separa los dos lados del jardín a la par que el vehículo se aleja con lentitud. Matteo decide que no lo verá ansioso o desesperado por su llegada, «el castigo comienza ahora la indiferencia será la primera etapa, suplicarás atención de mi parte, te veré rogando por mis caricias», promete él mentalmente.

Suelta el trozo de la tela de la cortina y corre intentando esquivar los pesados muebles del comedor, maldice varias veces cuando tropieza clavando dos de los dedos contra la pata de una silla de madera de nogal, gruñe entredientes evitando gritar de dolor, sube brincando en un solo pie las interminables escaleras en forma de caracol. Un día como el de hoy se arrepiente de no haberle dado la razón a su esposa cuando ella sugirió años atrás comprar una casa de un solo piso, pero él necesitaba comprar la más grande y costosa para saldar, según él, su más reciente infidelidad.

Todavía adolorido llega al último escalón, la frente empieza a cubrirse con una ligera capa de sudor cosa que le causa mayor enojo, cojeando se dirige hacia la cama kingsize revolcándose sobre las sábanas de seda color zaffre, abraza una de las almohadas soltando, por fin, el grito que tiene retenido en la garganta. Le toma un par de respiraciones tranquilizarse, pero lo impensable sucede; El estúpido timbre de la casa suena. ¡Mierda! Cómo, coñas, pudo olvidarse del pequeño detalle que ella no tiene consigo sus llaves. Se impulsa para sentarse en la cama y observa con tristeza una uña partida, se calza con premura, las sandalias para ocultar la herida, pero se le engancha en el tejido de la tela mientras ese maldito timbre de mierda no para de sonar.

—¡Dios mío!— se queja refunfuñando, empieza a sudar nuevamente a la vez que una corriente de calor le atraviesa la espalda, apoya con sumo cuidado el pie sobre el borde de la cama para analizar el estado del golpe. —¡Mierda!— ya sabe qué hacer para acabar con ese suplicio. Muerde una almohada y arranca como todo un valiente ese maldito trozo de uña.

»Sí, Alicia, continúa presionando el timbre juro en vano que me estallará la cabeza —toma aliento impulsándose para salir de la cama, baja las escaleras con lentitud evitando causarse un dolor innecesario.

Oportunamente se le ocurre una manera adicional para completar el castigo así que pensando en joderla y fastidiarla; se hace el desentendido preguntando quién llama a la puerta. Se arrepiente enseguida cuando la respuesta, llega jugando con su paciencia al escucharla decir.

—Es la madre de la novia —suelta ella picarona.

Así que un Matteo cada vez más molesto abre la puerta ignorándola por completo volteándose para subir las escaleras rumbo al baño, necesita inspeccionar lo que queda de su uña.

«Ahora aprenderás a no dejarme colgado para irte a celebrar con otros», se asegura de cumplir en su mente. «Lo que estas por vivir en estos próximos días te demostrara que yo, Matteo, soy lo mejor que te ha pasado», piensa mientras observa el enrojecimiento y la hinchazón en su falange. —¡Mierda... mierda... y más mierda! —reniega, ¡Dios mío!, asegura que su actual estado debe ser un castigo a pesar de considerarse el mejor esposo del mundo.

Bajo tu infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora