Capítulo 6

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Al amanecer, Madi se sentía tan ligera como una pluma. «Realmente el sexo desvanece el estrés» se dijo a sí misma. Un pequeño rayo de luz entraba por la pequeña ventana iluminando la habitación, se incorporó sujetando las sábanas sobre su cuerpo aún desnudo, y sintió ese pequeño dolor que se siente luego de mucho tiempo sin sexo, tan ligero como ella misma se sentía. Miró a su alrededor, y para su sorpresa, Enko no están en ningún lugar de la habitación.

Curiosa, tomó su ropa interior, la camisa que llevaba Enko la noche anterior y se vistió. Salió de la habitación dispuesta a encontrar a su amante. Luego de haber recorrido todo el barco en su búsqueda sin ningún hallazgo, creyó escuchar su voz afuera en el muelle. Con sigilo se acercó y se quedó parada en las escaleras. Estaba en medio de una conversación telefónica,  llevaba puesto solo unos pantaloncillos, al verlo ahí sin camisa se percató de algo que no había notado la noche anterior, tenía pequeñas cicatrices por todo el cuerpo, unas más grandes que otras, pero estaban perfectamente cicatrizadas, casi no se notaban, si no fuera por la luz del día serían imperceptibles. Y se preguntó cómo obtuvo tantas cicatrices.

—Lucían, por favor. Mantén a Marco alejado de papá lo más que puedas —lo alcanzó a oír. Hizo una pausa mientras la otra persona al otro lado del teléfono hablaba—. ¿y crees que no lo sé? Lo arreglaré, sabes que lo haré, no soy un capullo. Solo necesito que me hagas tiempo hasta que llegue.

Madi se preguntó quién sería Lucían, pero por la conversación, no creyó que fuera bueno preguntar.

—¡Maldición¡ ese jodido... —se contuvo— ese es otro asunto que resolveré en pocos minutos, no te preocupes —otra pausa—. Te lo agradezco, cualquier novedad, no dudes en llamarme.

Y con eso colgó. Empezó a acercarse al barco con la mirada fija en el teléfono hasta que al acercarse se dio cuenta que Madi estaba allí en las escaleras esperándolo. Sorprendido, guardó rápidamente su teléfono en el bolsillo de sus pantaloncillos y se acercó a ella con una sonrisa amable.

—Buenos días, preciosa —dijo estrechandola en una abrazo protector rápido—. ¿Estás bien? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—No mucho, te estaba buscando.

—¿Está todo bien? —preguntó preocupado.

—Nunca había estado mejor. —respondió recordando la noche. Enko le dedicó una sonrisa cómplice y la estrechó nuevamente en un abrazo protector, Madi lo acepto y hundió su cabeza en su pecho desnudo mientras lo escuchó respirar, junto a su corazón había una cicatriz vertical, pero no sentía tanta confianza para preguntar, pasó sus manos por su espalda y sintió las pequeñas cicatrices que tenía, quería saber la historia de cada una de ellas. Poco a poco Enko separó el abrazo y le depositó un beso breve en la frente.

—Ven, te preparé el desayuno.

Sin dudarlo lo siguió a la pequeña cocina del barco, donde había una mesa rectangular metálica. Sobre ella había un tazón lleno de fruta fresca picada en pequeños trozos y junto a este un vaso de yogurt de fresa.

—Yummy, esto es un desayuno nutritivo. —comentó Madi metiendo el primer pedacito de pera en su boca.

—Necesitas recuperar fuerzas. —dijo juguetonamente Enko.

—Tienes razón, aunque nada va evitar las preguntas curiosas de Jess, creo que será bueno que me vea con ánimos y no cansada. —rio.

—Sé que estará feliz de que al fin le hayas dado uso a sus regalos. —Enko le siguió la broma.

Ese comentario le hizo recordar a Madi que habían usado los tres condones que le había regalado su amiga, se estremeció al recordar tan placentero momento. Ambos terminaron de comer el desayuno en silencio, Madi chequeaba su teléfono mientras Enko pensaba una forma amable de decirle que tenían que irse. Aunque no era lo que quería, este mundo maravilloso solo era una ilusión, le tocaba volver a su realidad.

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