Capítulo 12

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Enko caminaba por el cementerio con orquídeas en las manos, buscaba su nombre en las lápidas, había demasiado de ellos. Hoy era uno de esos días donde el clima hace juego con tu estado de ánimo, tan sobrio y triste como él mismo se sentía. Por un momento se reprendió así mismo por traer flores a una tumba, o una lápida, fuera como fuera, no le encontraba un significado sustancial, solo supo que no podía llegar con las manos vacías.

—Has enterrado a la única persona que te ha amado —comentó Treicy caminando junto a él—, y solo si eres tan estúpido como creo que eres, creerás eso. En el fondo tu sabes que nunca te amó, no de verdad. No te amó a ti, amó el personaje que estudiaba medicina. En cambio a ti, asqueroso desperdicio, nunca te conoció... Para su fortuna —rio a carcajadas cruelmente.

Enko no tenía fuerzas para discutir con ella, ella era el más reciente recordatorio de que siempre sería un arma. Algo manejable y manipulable. Un simple títere en el teatro de Rafael Bogoloski, su padre.

—Enko Bogoloski —anunció Treicy con voz dramática, Enko tembló, odiaba su apellido, éste era el recordatorio de que era una propiedad— ¿Cuantos cuerpos enterrarás hasta que aprendas la lección?

Enko se detuvo al encontrar el precioso nombre de Rocío y Dani, ambas lápidas juntas. Sentía que las lágrimas lo ahogaban por dentro, pero había llorado tanto ya que no había una gota más en él.

—Oh, cariño —habló su padre acercándose a ellos— no seas tan dura con el muchacho. Estoy seguro que ya aprendió la lección. He criado a un hombre fuerte e inteligente, y estoy orgulloso de cada uno de tus errores, amado hijo —Enko lo miró de reojo— de no ser por ellos, nunca te hubieras convertido en la espada mas fuerte de mi arsenal.

Enko apretó la mandíbula, la ira y el dolor lo estaba consumiendo. Las burlas de su padre y Treicy eran otro de sus castigos. Aún no podía creer lo ciego e ingenuo que fue. Estaba tan desesperado por sentirse amado otra vez que literalmente le creyó a la primera mujer que se lo dijo. Traicy se había mostrado como la personificación de la perfección, la belleza y la elegancia. Luego de haber perdido a su Rocí, estaba desesperado por volver a amar, y esa desesperación lo lanzó al peor precipicio, los brazos de Traicy.

Cuando empezó a planear el escape con ella para ser feliz, su padre lo había llamado a su habitación. Apenas abrió la puerta su corazón cayó al piso. Traicy estaba dándole un bocado de comida a su padre vestida solo de lencería, al verlo le sonrió con todo el descaro que era posible demostrar.

—¿Qué está pasando? —había preguntado con el corazón en la mano.

—Un buen hijo debe compartir con su padre —se burló Rafael dándole una nalgada a Treicy. Ésta rio.

—Amor, eres muy tierno pero... Creo que me gusta más este Bogoloski —rio Treicy mientras besaba a su padre—. Soy demasiada mujer para ti, no puedo estar con un niño que aún cree en el mito del amor. Debes crecer muñecote.

El corazón de Enko se terminó de romper al comprender qué había pasado, su padre le había puesto una trampa y él estúpidamente había caído. Era obvio que su padre quiso probar si había aprendido la lección con Rocí. Había contratado a Treicy para enamorarlo, demostrando así que no había aprendido la lección.

—No te hagas el sorprendido, Enko —reprendió su padre al ver que Enko estaba apunto de llorar— ¿Cuando vas a entender que nadie te puede amar? A ella le tuve que pagar —Treicy y él rieron a la vez—. Eres un arma, esa es la razón de tu existencia, es para lo único que fuiste creado. No para que perdieras el tiempo con esa estupidez del amor. Nadie te podría amar, ya deja de intentarlo —dijo aceptando un último bocado de manos de Treicy—. Ahora, si eres tan amable, por favor déjanos. Ésta preciosura y yo tenemos cosas que resolver.

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