Capítulo 20

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—¿Conseguiste al pequeño? —Madison escuchó como Enko hablaba por teléfono en la salita, mientras ella aún seguía en la cama— Como sea, puede ser cualquier niño con capacidades especiales  —lo escuchó nuevamente. Con curiosidad, salió de la cama, mientras caminaba tocaba la cadena que llevaba en el cuello, el regalo de Enko—. Sí, me avisas cuando tengas al niño para estar tranquilo con ese asunto. Adiós.

Madison llegó a la salita justo cuando Enko colgaba la llamada, al verla le sonrió.

—Y dicen que lo más lindo de las mañanas es el amanecer, yo digo que lo dicen por pura ignorancia —comentó mientras la besaba— ¿Has descansado preciosa?

—Sí, he descansado. En cambio tú, cada vez que me despierto ya no estás en la cama.

—Tengo que ocuparme de algunas cosas, muñequita.

—¿Como por ejemplo? —quiso saber honestamente.

—Alguien debía hacer algo con el sofá  —señaló el sofá con el que anteriormente habían practicado tiro—. Mas tarde vendrán a cambiarlo.

—¡Oh! ¿Se molestaron por lo que hicimos? ¿Costará mucho dinero?

—Tú no te preocupes por eso, lo importante es que si alguien toca la puerta, puedes abrir sin temer, vendrán por el sofá.

—Espera... estás hablando como si no estarás aquí —Enko se alejó de ella y se asomó por el ventanal de la habitación.

—Debo salir a hacer algunas cosas —informó sin mirarla.

—¿Lo dices de verdad? ¿Qué es lo que has estado haciendo todas esas veces que me dejas? —Enko se escabullía de vez en cuando, a veces lo hacía a mitad de la noche cuando creía que ella estaba dormida, y cuando le decía que iba a salir en el día no daba mucha explicación.

—Iré a revisar el barco. Quiero saber si han ido a buscarnos allá.

—Pues quiero ir contigo —Enko por fin la miró.

—No, no irás conmigo.

—Pero...

—No —la interrumpió— ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que insististe en acompañarme? Casi tuve que matar a alguien, no es buena idea que vayas conmigo y no pienso discutirlo.

—No comprendo cómo estás tan seguro de que aquí estoy a salvo, al final esto es solo un hotel, cualquiera podría entrar  —se cruzó de brazos indignada.

Enko se acercó a ella, colocó un mechón detrás de su oreja y acarició su mejilla.

—Estás a salvo aquí porque soy amigo del dueño de éste hotel, si hay algo fuera de lugar o alguien sospechoso, me lo harán saber. Así que preciosa, no te preocupes por eso. Y en caso de que pase algo cuando yo no esté, hay un personal de seguridad capacitado, siempre los dejo al pendiente cuando salgo.

—Ah, bueno... —Madison aún seguía sorprendida por la información— ¿Dejas que me vigilen? —Enko rio.

—No, preciosa, solo los dejo al pendiente, solo si hay algo sospechoso ellos te vigilarán. ¿Estas planeando escapar o algo así? —preguntó juguetonamente atrayendo la hacía él.

—No puedo decirte, si lo hago, harás que me vigilen —bromeó. Enko le sonrió.

—Más te vale no sea lo que planeas, no te puedes esconder del diablo —dijo dándole una palmada en el trasero.

Enko salió de la habitación dejando a Madison con media palabra en la boca, no quería permanecer más tiempo allí porque sabía que haría más preguntas y él no podría responderlas. No porque no quisiera, solo que hablarle de lo que hacía solo llevaría a más preguntas y no quería que nadie más supiera su secreto, no podía permitirse que alguien, además de Lucían, supiera lo que hacía, esto solo pondría en peligro a niños inocentes. Con ese pensamiento en mente, condujo en su moto para encontrarse con Lucían en un bar clandestino.

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