Capítulo 11

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Madi tenía rosetones en sus brazos, el asfalto había lastimado su piel pero afortunadamente pudieron escapar de los hermanos de Enko. Para su sorpresa, habían caminado solo unas cuadras y ya frente a ellos tenían el puerto de barcos. Su cuerpo hormigueó al recordar lo especial y emocionada que se sintió la primera vez que Enko la llevo allí, dónde le dio un lindo obsequio y la hizo suya por primera vez. Sus rodillas temblaron cuando su mente la llevó a recordar sus caricias, el champagne y el chocolate. Ahora, Enko caminaba detrás de ella con el arma en la mano y el dedo en el gatillo, alerta de cualquier movimiento a su alrededor.

—Estaremos aquí por un tiempo —dijo Enko ayudándola a subir al yate.

—¿Cómo sabes que aquí estaremos seguros?

—Porque además de mi, tú eres la única persona que sabe de este lugar.

Ese gesto la hizo sentir especial, en primer momento no sabía que realmente la había llevado a su refugio, que se había atrevido a confiar en ella hasta tal punto.

—Enko... —dudó sintiendo que se le quebraría la voz.

—¿Si? —la instó a hablar.

—Yo... Yo lamento haberte tratado así. Lucían me explicó porqué debiste hacerlo. No te considero malo.

Enko tomó aire y lo soltó lentamente.

—No debes disculparte, si soy malo. Estoy entrenado para matar, por dinero y por mi familia. Y si te soy honesto, temo que deba elegir entre tu y mi familia; nunca he dudado en matar alguien, así que ruego porque ese momento no llegué.

Sin más, se dió la vuelta dejándola apoyada de la barandilla del yate. El viento fresco de la noche hizo que su piel se pusiera de gallina. La preocupación por su amiga y Lucían le aceleraba el corazón, no sabía si la volvería a ver. Y como si fuera poco, estaría atrapada en el mar con un chico que había alzado un muro entre ellos, se sentía muy sola. Pero dispuesta a que los días que debieran transcurrir allí fueran llevaderos, siguió a Enko al interior del barco que ya estaba en marcha. Madison se dirigió directamente al lugar donde se hayan los controles y lo vió allí, de espaldas, con la mirada en el suelo.

—¿Estás bien?

Enko volteó de golpe al escuchar la voz de Madison.

—Sí, ¿y tú?

—Estoy preocupada por Jess y Lucían.

—Ellos están bien, te lo puedo asegurar.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Confía en mí cuando te digo que lo sé. Ahora, creo que deberías ir a descansar un poco. Sabes dónde queda la habitación, fue una noche larga, será mejor que duermas.

—Y tú ¿qué harás?

—Debo alejarme lo más posible del muelle, está muy cerca de donde estábamos, encontraré  aguas tranquilas para bajar el ancla.

—Quiero acompañarte —dijo tomando asiento en una silla frente a los controles.

—No, no quiero que me acompañes.

Las palabras de Enko dieron fuerte en ella, pero estaba decidida a no rendirse.

—No te estaba preguntando si tú querías  —dijo cruzando las piernas, Enko le dedicó una mirada penetrante y puso los ojos en blanco.

—Haz lo que quieras.

—¿Lo que quiera? —dijo con picardía. Enko la miró y alzo una ceja.

—No te pases de lista, chiquita —Enko presionó algunos botones y se sentó en el piso frente a ella, con las piernas dobladas y los codos descansando sobre sus rodillas —¿tienes algún familiar que se preocupe por ti?

Casi Perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora