Capítulo 25

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Los latidos de su corazón eran tan fuertes y rápidos que creía que en cualquier momento se saldría de su pecho. Apenas escuchó el llanto del bebé corrió hacia su cuna. El pequeño Dustin avisaba que tenía hambre, otra vez era su hora de comer y otra vez sus padres lo habían olvidado. La pequeña niña intentó calmarlo, pero sabía que la única forma de hacerlo era dándole su biberón.

-No tardaré, pero trata de no hacer tanta bulla - le susurró antes de correr a la cocina. Reese era consciente de que debía apurarse, si su padre se despertaba a causa del llanto de su hermanito no le esperaría nada bueno a los dos.

Así fue como a una corta edad aprendió a preparar fórmulas y biberones incluso a altas horas de la noche. Dustin era como los bebés de juguete, excepto que ensuciaba pañales y debía alimentarse de verdad. Intentó ver la hora con los ojos entrecerrados, tenía mucho sueño, pero primero tenía que darle de comer a Dustin y esperar a que se duerma.

-Reese, haz algo útil y calla a tu jodido hermano - escuchó a la voz masculina que tanto temía, aquella era la primera advertencia, debía apurarse.

-Ya casi está listo - respondió sintiendo la abrupta manera en la que su corazón se aceleraba, mientras intentaba calcular el tiempo, llegaría a tiempo y no habrían problemas, o eso fue lo que pensó.

Un ruido estruendoso se oyó en la cocina cuando a la pequeña Reese se le cayó la olla en la que calentaba un poco de agua para la fórmula, ocasionando que el bebé llore más fuerte, pero eso no fue lo que la asustó.

Sino los pasos.

Sus pasos.

-¿Acaso no puedes hacer nada bien? - le gritó aquel hombre apareciendo junto a ella - No, no puedes. Mira todo el desastre que hiciste, Reese.

-Lo siento, lo siento - repitió tartamudeando sin siquiera mirarlo, podía ser peor.

-Con un lo siento y tu cara de tonta no arreglarás nada, niña estúpida - gritó aún más fuerte - eres igual de inútil que tu madre, y sólo sirves para joder las cosas. No sirves para nada.

-Papá yo...

-No me digas así, yo no soy tu maldito padre, mocosa - exclamó aventando las tazas que se encontraban a su alrededor, Reese sentía cómo su cuerpo temblaba producto del miedo, quería llamar a su madre y pedirle que la proteja, pero sabía que nunca sucedería.

Mamá estaba dormida, porque papá le da unas pastillas extrañas durante la cena.

De pronto la voz de su padre se escuchaba cada vez más lejana, y Reese sólo podía concentrarse en lo rápido que latía su corazón, mientras sentía una extraña urgencia por respirar, era como si no pudiese obtener todo el oxígeno que sus pulmones demandaban, algo iba mal, realmente mal.

Pero siempre puede ir peor.

-Maldita seas, ¿en serio te acabas de orinar? Maldita mocosa, no eres una jodida bebé - volvió a gritar su padre.

-Lo siento, yo no sé...

-Cállate. Me tienes harto, Reese. He tratado de ser paciente contigo, pero parece que al igual que tu jodida madre no sabes obedecer de buena manera - masculló jalando fuertemente del brazo a la niña.

Era un caos, entre los gritos de auxilio de Reese, las maldiciones de su padre y el llanto del pequeño Dustin la casa Henderson realizaba un gran espectáculo a las dos de la mañana de un día martes. El hombre la jalonea hasta llegar al baño, donde se asegura de cerrar la puerta.

I Found You (Steve Harrington/Eddie Munson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora