doce

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Alaska mira hacia el techo y sus ojos se quedan ahí unos segundos. Está sentada con sus piernas cruzadas y la guitarra sobre ellas. Sus dedos jugaban con las cuerdas hasta hace unos segundos, pero ahora dejaron de moverse, como si algún pensamiento la estara distrayendo de seguir haciéndolo

Ha juntado su largo y negro pelo en una cola de caballo, que deja su delgado cuello, decorado por ese choker negro tan distintivo, al descubierto. Noto algo en su nuca, justo debajo de su oreja, y desde la distancia, creo distinguir un tatuaje de una flor

Vuelvo a su rostro y río bajito por lo tan distraída que se encuentra. Ella me observa y sonríe

-¿Qué pasó?

-Se quedó mirando al techo- señalé hacia arriba y rió

-Lo siento, me suele pasar eso- dice- Soñar despierta se llama

-¿Qué soñaba?

-Soñaba con usted- responde y alzo mis cejas- Lo imaginé arriba de un escenario, cantando, frente a miles de personas

Sonrío con un poco de emoción. Porque, quizás, ni yo tengo la esperanza en mi mismo, como ella la tiene. El tan solo poder imaginarme cantándole a alguien era una locura, y Alaska lo hace en grande

Me cree capaz

Y eso me gusta

-Juan, piense en lo bello que sería que esas personas sientan lo que usted plasma en una canción- dice- Es como un traslado de sentimientos ¿Sabe? Lo que usted piensa, imagina, lo que le pasa, lo que siente...le toca el corazón a alguien más. Creo que no hay nada más puro que hacer sentir algo a una persona, de tener esa capacidad de poder moverle tan solo un pelo a alguien

Su vista queda en un punto fijo cuando lo dice, es como si soltara un pedacito de su corazón en cada palabra que dice

-Trato de imaginarme como un artista como usted debe de sentir eso, es como si todos cantaran un mismo idioma que usted mismo creó- añade- Algo así como un idioma de los comprendidos, todo sintiendo cosas diferentes por una misma obra de arte

-¿Cómo hace?- le pregunto y me observa confundida- Para tener las palabras justas siempre

-Es gracioso que me diga eso, casi siempre siento que estoy delirando- ríe y niego

-Delire toda la vida, Alaska- le pido y sonríe

-Gracias por escucharme, principito

-¿Por qué me dice principito?

-La vez que lo vi subiendo al autobús, con su bufanda a medio volar, me hizo recordar a él- levanta sus hombros y vuelve a bajar su vista a la guitarra

-Al menos no me volvió a comparar con una cebolla- bromeo y carcajea

-Soy un asco para esto- ríe al intentar tocar el instrumento

Me acuerdo de cuando papá me enseño a tocar la guitarra con unos siete años. Cuando se posó detrás de mi y apoyé mi espalda en su pecho, dejando que sus manos me guiaran. Lo sentía reír detrás de mí cuando la embarraba y creía que era el momento en el que mas feliz alguna vez me había sentido

Tenía razón

Así que hago lo mismo, me levanto para caminar a sus espaldas y me siento detrás de ella, dejando mis piernas a cada lado de su ubicación. Agarro sus manos frías, como de costumbre, y le doy algunos consejos que no demora en tomar, a la vez que guío sus dedos por las finas cuerdas

-Juan, ¿Compone?- pregunta bajito

-Hace mucho no lo hago- respondo

-¿Por qué?

-Creo que me han pasado tantas cosas que no soy capaz de poner en palabras lo que tengo dentro

Apoya su cabeza en mi hombro y cierro mis ojos apenas, porque su perfume es tan delicioso que casi me hace suspirar

-¿Y si lo intenta?- susurra y la miro- Escribamos una canción, principito

Alaska - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora