veinte

353 46 23
                                    

Mis ojos se abren despacito, me duelen, me arden. Tengo tan cansado el cuerpo que ni siquiera soy capaz de sentirlo, como si hubieran cortado y destrozado cada parte de mí

Miro a mi alrededor, estoy acostado en lo que parece ser una ambulancia. Solo, y atado a una camilla con cintas blancas que sobrepasan mi pecho y piernas con fuerza

Siento un par de ojos sobre mí y llevo mi vista, del techo del vehículo, hacia el costado

Papá está sentado, observándome con una leve sonrisa

Me hubiera sorprendido en otro momento, pero ahora no soy capaz de hacerlo. No siento nada, me siento vacío

-Mi Juancito- murmura acariciándome la mejilla, su tacto es frío

-¿Qué hace acá?- pregunto

Trato de agarrar su mano, pero el atado de mis manos me lo impide

-Eso no importa, hijo- responde

Baja sus caricias a mi mano, por fin puedo sentir el tacto de sus rasposas manos, después de tantos años

-Te extraño, papá- susurro

-Yo lo extraño mas- dice

Una lágrima cae en mi mejilla, mis ojos me pesan, pero no los cierro por miedo a que papá desaparezca

-¿Por qué se fue?

-Yo no me fui, juancito- susurra limpiando mi rostro- Siempre estoy acá, aunque no lo creas, nosotros podemos verlos siempre

-¿A quiénes?

-A los de la Tierra, hijo- responde sonriente y la piel se me eriza- Allá en el cielo es todo más fácil, más sencillo

-Quiero irme con usted- digo y niega

-Tiene que quedarse aquí, tiene que pelear

-¿Pelear por qué? Ya no tengo nada por qué pelear- excuso

-Por usted mismo, ese es motivo suficiente para pelear- toca mi pecho con un dedo- Hay muchas cosas que tenemos y no nos damos cuenta. Las cosas más valiosas y sencillas son las que olvidamos más rápido, Juan. Las olvidamos con los años y valen mas que cualquier cosa

Me hace acordar a las palabras de Alaska

-No tengo nada de eso, no tengo ganas, no tengo fé

No tengo a Alaska

-Siempre se empieza de cero, juancito- golpea mi hombro suavemente- ¿Quiere ser feliz?

Yo asiento, pero por dentro dudo

-Entonces vaya a buscar esas cosas, aunque todo parezca perdido, nada es lo que parece, nunca

-¡Villamil, Juan Pablo! ¡Psiquiatría!- escucho de afuera y miro a papá

-Papá- lo llamo- ¿Estoy enfermo?

No me responde

-Solo recuerde lo que le dije- susurra- Yo lo voy a estar cuidando ¿Sí?

-No se vaya- le pido y me da un apretón en la mano

-Yo nunca me voy- me guiña un ojo y sonríe

Las puertas de la ambulancia se abren y la luz que viene de afuera me hace cerrar los ojos con fuerza

-Te amo- escucho su susurro y abro mis ojos

Papá ya no está

Los doctores entran, vuelvo a cerrar los ojos y luego siento un pinchazo en mi brazo

Vuelvo a dormir.

Alaska - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora