Capítulo 9

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AYLA

—Mierda. Aquí hay demasiada gente —maldijo al salir a la parte exterior de la casa.

—No importa. Podemos hablar ahí —señalé un sitio al lado de la piscina.

—No. Tengo un sitio mejor —empezó a caminar sin soltar mi mano en ningún momento.

Elian abrió un pequeño portal y salimos por ahí. Bajamos por un camino lleno de plantas y árboles. Nos encontrábamos bastante lejos de la casa y la música no era tan fuerte.

Había una playa. Lo sabía por el sonido de las olas batiendo contra la orilla. Antes de tocar la arena, me quité los tacones y los sujeté con mi mano libre. Mis pies tocaron la arena fría y suspiré. Si la playa ya era bonita de día, de noche aún era mejor.

—No sabía que aquí había una playa.

—Casi nadie lo sabe. Anda, ven aquí —pronunció Elian, sentándose en la arena. Imité su acción y dejé los zapatos a un lado.

—¿Qué me querías decir?

—Nada. Quería pasar un rato contigo, a solas —lo miré, extrañada.

—¿Y eso por qué?

—Disfruto de tu compañía —suspiré y lo miré, esbozando una pequeña sonrisa. Su pelo castaño se movía por la brisa marina. Se veía precioso a la luz de la luna—. ¿Qué te parece si nos bañamos?

—¿Qué? No, no, no —negué.

—¿Por qué no? —preguntó levantándose y quitándose la camiseta. Observé los tatuajes que tenía en su pecho y abdomen. Siempre me llamaban la atención aunque ya los conocía.

—No tengo biquini.

—¿Y qué? Tienes ropa interior, ¿verdad?

—Sí —respondí, tímidamente.

—Pues venga —empezó a desabrocharse los pantalones con mucha naturalidad. No tenía vergüenza a mostrarse en calzoncillos delante mía. Realmente, yo no tendría ningún tipo de problema en verlo en calzoncillos y él parecía que tampoco.

Me levanté y lo miré. No podía quitarme el vestido sin ayuda. La cremallera estaba en la espalda.

—Elian.

—¿Qué pasa?

—¿Me ayudas con la cremallera? Está en la espalda y no le llego.

No obtuve respuesta, pero sí que sentí sus dedos rozarme el cuello. Me agarré el pelo y lo sujeté con mis manos. Sus dedos se deslizaron por la parte alta de mi espalda, desabrochando la cremallera. El vestido se había abierto y notaba su mirada en mi columna.

Me di la vuelta y le di las gracias por ayudarme. Deslicé las asas por mis brazos y el vestido cayó sobre la arena. Menos mal que me había puesto el conjunto de lencería que había comprado el otro día. Elian me miró de arriba a abajo.

—¿Pasa algo?

—No, nada —respondió—. Simplemente que estás preciosa —dijo y se rascó la nuca.

Bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora