Capítulo 23

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AYLA

Había pasado una semana desde el cumpleaños de Abby. Me había puesto enferma después de meterme en el mar. Sabía que no era buena idea. Me quedé toda la semana en casa. Elian me visitaba todos los días. Prácticamente no salía de ahí. Parecía que no se quería deshacer de mí.

Mañana partiría a Chicago. Después del cumpleaños de Abby, sólo quería dormir. Hoy quedaría con Elian. Probablemente sería nuestra última cita hasta que nos volvamos a ver.

Me estaba preparando, ya que Elian pasaría a recogerme en quince minutos. Di los últimos retoques a mi maquillaje y salí de casa, esperando ver cómo el coche de Elian se detenía delante de mi casa.

Dos minutos después, Elian detuvo su coche. Me acerqué hasta la puerta, la abrí y me senté en el asiento del copiloto.

—Hola —le saludé y le di un beso en la mejilla.

—Hola.

—¿A dónde vamos?

—¿Te apetece ir a dar un paseo?

—Vale.

Elian condujo hasta un parque. Aparcó el coche y nos bajamos de él. Anduvimos por un buen rato hasta que encontré una librería.

—¿Podemos entrar? —le pregunté, emocionada.

—Sí, claro.

Nada más entrar, el aire acondicionado nos envolvió. Pudimos tener un poco de paz, en cuanto al calor. Estábamos a finales de agosto, pero el calor no daba tregua.

—¿Y si compramos un libro juntos? —le pregunté mientras recorría las estanterías.

—Está bien, podemos leerlo nada más salir de aquí.

Había muchos libros, pero ya me los había leído. En la parte más alta de una estantería vi un libro que no había leído, pero tenía muchas ganas de hacerlo. Intenté cogerlo sin éxito.

—Déjame a mí.

El brazo de Elian se estiró por mi cabeza, sin mucho esfuerzo. Cogió el libro que quería y me lo pasó, poniéndolo sobre mis manos.

—Es este, ¿verdad?

—Sí.

Sentido y Sensibilidad. Una buena opción.

—¿Lo has leído? —le pregunté, acariciando el lomo.

—No. Supongo que tú tampoco —dijo y negué.

—Entonces, ¿qué? ¿Leemos este? —Elian asintió y cogió otro ejemplar. Luego nos dirigimos hasta la caja—. Espera.

Lo detuve y me coloqué en una esquina, antes de llegar a la caja. Cogí un paquete de post-its y un par de lápices.

—¿Marcas tus libros? —le pregunté, mostrándole los lápices.

—A veces.

—Entonces, ¿quieres uno? —él asintió y los cogí junto a los libros.

Nos pusimos a la cola, esperando nuestro turno. Cuando este llegó, una chica nos atendió esbozando una gran sonrisa. Le entregué todo lo que habíamos cogido.

Bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora