Capítulo 18

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AYLA

Había pasado una semana. Elian llevaba en mi casa todo este tiempo. Iba de vez en cuando a su casa para ver a su padre y para coger ropa limpia. La relación con su madre era nula, seguía en el mismo punto, o eso es lo que me decía Elian.

Estaba desayunando sola. Mis padres se habían ido a trabajar y mi abuela y Elian seguían durmiendo. Hoy tenía turno de mañana en la heladería. Sólo tenía una hora de margen e iba bastante apurada.

Recogí todo lo que había ensuciado y subí hasta mi habitación. Cogí mi móvil junto con mi bolso y me acerqué hasta la cama para despedirme de Elian.

—Adiós Elian. Me voy a trabajar —susurré dándole un beso en la mejilla. Me incorporé y me iba a ir cuando una mano me agarró la muñeca.

—No te vayas —se quejó entre sueños.

—Elian, llego tarde. Son las diez y media, sólo me queda media hora para llegar.

—Sólo cinco minutos.

—Está bien... —cedí, sentándome en un lado de la cama. Elian se acercó a mí, colocó su cabeza sobre mi abdomen y rodeó mis caderas con sus brazos.

—¿Por qué tienes que trabajar? —protestó con los ojos cerrados—. Podrías quedarte conmigo aquí.

—Porque quiero tener autonomía para el curso que viene, ya lo sabes.

—¿No quieres quedarte aquí? ¿Conmigo?

—Claro que quiero, pero no debo —respondí mientras le acariciaba el pelo.

—¿A qué hora terminas?

—A las cinco de la tarde.

—Seis horas sin ti.

—No seas dramático, se pasarán rápido.

Elian lloriqueó al escuchar mi respuesta. Era como un niño pequeño, pero lo quería igual. Entre caricias y besos habíamos pasado los cinco minutos. Vi el reloj para saber cómo iba de tiempo. ¿Había dicho cinco minutos? Pues fueron quince.

—Mierda —me levanté de un salto. La cabeza de Elian chocó fuertemente contra el colchón—. Han pasado quince minutos. Voy a llegar tarde.

—¡Ay! —se quejó, frotándose la cabeza mientras se incorporaba—. No seas dramática —se burló de mí. Le tiré un cojín a la cabeza, pero lo esquivó. Mientras cogía mis cosas, un cojín rebotó contra mi culo. Lo miré, acusándolo, y él sonreía, como si no hubiera hecho nada.

—No tengo tiempo ahora, pero no creas que te irás de rositas.

—¿Y mi beso?

No se lo podía negar. Me acerqué hasta él y le di un casto beso en los labios.

—¿Luego vienes a buscarme? —él asintió mientras bostezaba—. Hasta después —me despedí y salí de casa. Corrí lo más rápido que pude. No tenía coche y la heladería quedaba bastante lejos de mi casa. Además de que tendría que estar unos minutos antes de abrir el local.

Por suerte, llegué a tiempo. Me cambié rapidísimo. No sabía cómo lo había conseguido. Me coloqué detrás del mostrador mientras Maddie abría la heladería. No entraba ningún cliente así que, tuve tiempo para tomar aire.

Bajo el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora