𝔭𝔯𝔬𝔩𝔬𝔤𝔲𝔢

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—Suerte —el susurro alentador le acaricia el oído, sin embargo, no la hace sentir mejor

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—Suerte —el susurro alentador le acaricia el oído, sin embargo, no la hace sentir mejor. No la reconforta, no la anima a trascender el límite que hay dentro de sí misma.

No lo necesita. Ni siquiera lo anhela. Sin embargo, lo intenta.

Sus ojos se cerraron, entonces, y se vio a sí misma enfocándose en aquel pequeño detonador que se esparcía entre diminutos fragmentos dentro suyo, recobrando su postura hasta moldearlo como uno solo, trayéndolo de vuelta a la luz.

La luz parpadeó un breve instante, mas no la distrajo en lo absoluto. Lo estaba logrando. Nuevamente se estaba apoderando de él, generando la confianza suficiente como para que éste se dejase mostrar ante las miradas curiosas que merodeaban en la habitación.

El asombro genuino les adornaba el rostro y la estupefacción en sí mismos los obligaba a parpadear sientas de veces hasta convencerse de que, aquello que veían sus ojos, era real.

El poder que portaba aquella niña, era maravilloso.

En cambio la pequeña, aún cuando su mente se encontrase lo bastante ocupada manipulando la fuerza desde el fondo de su interior, no podía pasar por alto los ojos que seguían clavados en su nuca. Una especie de electricidad parecía recorrerle el cuerpo entero al mismo tiempo que sus músculos se tensaban por el esfuerzo exagerado. Era incómodo, extraño, repetitivo... Pero se rehusaba a cuestionarse acerca de ello, se limitaba a evadirlo por más difícil que éste fuera.

Sus ojos se abren abruptamente, y todo termina. De poco a poco siente cómo cada una de sus extremidades pasan de sentirse adoloridas, a adormecerse. Sus párpados pesan tanto que le cuesta mantenerse consciente.

Un bufido exasperado resuena en la habitación. La pequeña no se inmuta.

—De nuevo —ordena el hombre, sin titubear.

—No... —el murmuro que sale de sus labios es igual a un suspiro.

—Sólo una vez más, cariño —su tono se suaviza de pronto, mirándola fijamente—, y te prometo que será todo por hoy.

No puedo... —se queja. No es su intención sonar grosera, pero torpemente lo hace.

—Necesito que vuelvas a intentarlo —repite. Su paciencia parece intacta.

—No, no, no... —La humedad tibia roza su labio.

No podía moverse, apenas podía respirar. Su pecho dolía y su garganta ardía. El insoportable dolor en su cabeza apenas comenzaba y la desorientación por poco la deja tirada en el suelo. Su pequeño cuerpo ha sido atrapado, pero ella ya no siente nada.

𝗶𝗻𝗱𝗲𝗺𝗻𝗲 ─ STRANGER THINGS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora