Mi culpa

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Cuando Nathalie volvió a su asiento, Adrien sonrió ampliamente.

—Estuviste increíble, te lo dije.

—Oh, Adrien. -- sonrió pero inmediatamente se sorprendió por un suave toque en su hombro.

—Disculpe señora Agreste, ¿este asiento está ocupado?— le preguntó al oído la voz varonil que tanto amaba.

Adrien se echo a reir, Nathalie solo se sonrojo y negro con la cabeza, apresurandose a mover su chaqueta de la silla.

Gabriel se sentó y la miró fijamente.

—Así que apenas entre, esa chica de allá dijo que mi esposa y mi hijo ya estaban aquí.— comenzó Gabriel. —¿Algo que decir Adrien?

—No me mires, solo le dije que estaba aquí con un padre. Soy menor de edad, se supone que debo ser escoltado por uno.

—¡Adrien!— dijo Nathalie con voz exaltada pero leve.

El niño volvió a reír.

—Necesito ir al baño, si ustedes me disculpan. -- dijo Adrien sin dejar de reír.

—Esta conversación no ha terminado, jovencito. -- advirtió Gabriel mientras su hijo se alejaba.

—Lo siento mucho, señor. Yo...— comenzó Nathalie.

—Creo que mi apellido realmente le queda bien a tu nombre. — le susurré al oído.

Nathalie sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Ella, de repente, sintió que el universo se derrumbaba sobre ella.

—Gabriel...— susurró ella de vuelta.

—¡GABRIEL AGRESTE!

Ambos giraron la cabeza hacia el dueño de una voz tan fuerte.

—Jagged Stone— saludo Gabriel.

—Escucha, realmente necesito tu ayuda. Necesito totalmente un nuevo atuendo para mi nueva gira, ya sabes algo...fresco...inspirador...¡lleno de ROCK!

—Jagged, realmente me siento...— comenzó Gabriel.

—Encantada de ayudarte.— dijo Nathalie, terminando la frase de Gabriel con una sonrisa.

Gabriel le dirigió una mirada fría.

—Los dejaré hablar. Necesito arreglar mi maquillaje. -- dijo poniéndose de pie. — Sr. Agreste, Sr. Stone.

Nathalie estaba tratando de calmar los latidos de su corazón mientras caminaba hacia el baño.

—Nathalie Sancoeur.— dijo una voz de mujer detrás de ella, justo al pasar las escaleras.

—Sra. Bourgeois, que hermosa velada— saludo Nathalie.

—Gracias, lo se. — dijo con voz áspera. —Mira, vi tu carita bonita brillar de orgullo cuando el anfitrión te llamó señora Agreste. Pero déjame decirte esto. no eres NADA comparada con la gran Emilie Agreste. ¿Cómo puedes compararte con ella? ¿Ser la madre de Adrien? Por favor, eres ridicula, totalmente ridícula. ¿Te sientes una princesa esta noche? Disfruta, mañana volverás a ser Betty la fea. Dejando mi punto claro, disfruta la noche, querida.

Nathalie se quedó muda cuando vio alejarse a Audrey Bourgeois. Su corazón se rompió en pedazos. Sin embargo, tenía razón, si por un segundo soñó que podría llamarse permanentemente señora Agreste, estaba equivocada. Ella era la asistente de Gabriel, y eso es todo, ese era su lugar. Ella no era nada comparada con Emilie.

Su apellido no era Agreste, era Sancoeur, sin corazón, siempre lo tuvo presente. Inhalo profundamente, disolviendo las lágrimas que se habían formado en sus ojos. Ella suspiró profundamente y volvió a la multitud como si nada la hubiera molestado.

Instintos MaternalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora