Me gusta duro

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Nathalie estaba enfocada en su pantalla. Como no trabajo la noche anterior, se estaba poniendo al día con algunas facturas que tenía que enviar.

Gabriel, por otro lado, estaba sentado en su silla tomando su café de la mañana. Simplemente amaba la forma en que Nathalie preparaba su café. Era perfecto, como ella. No podía apartar los ojos de ella. Estaba concentrada, mordiendo suavemente su bolígrafo mientras sincronizaba su horario físico con el de su tableta.

—¿Alguna vez mencioné lo mucho que amo ese fruncimiento en tu cara cuando te concentras?

Nathalie, sorprendida, levantó los ojos hacia él.

—¿Qué?— preguntó sonrojada. —Bueno...no...no lo has hecho.

Se levantó de su silla y caminó hacia su escritorio, se detuvo justo en frente de ella.

—¿Sabe qué señorita San Coeur? Deberías tomar un descanso.

—No, necesito...

—¿Acaso no fui claro?— preguntó severamente mientras caminaba alrededor de su escritorio parándose a unos centímetros de ella.

Nathalie se sorprendió al principio por sus duras palabras, pero tan pronto como se acercó, pudo ver la lujuria en sus ojos, haciéndola caer en su pequeño juego.

—¿Y si no qué, señor?— bromeó ella, levantándose de su propia silla y presionando su cuerpo contra el de él, sus ojos brillando con lujuria fijo en los de él.

Con un movimiento rápido, la inclinó sobre su escritorio y presionó sus caderas contra las de ella. Nathalie pudo sentir de inmediato el calor de su erección a través de la tela de sus pantalones y su falda. Sus labios besaban la parte de atrás de su cuello, haciéndola gemir.

—No tienes idea de cuánto tiempo he querido hacer esto. -- dijo mientras le levantaba la falda.

Nathalie rio suavemente y se asomó por encima del hombro.

—En ese caso, sabes que me gusta duro.

Instintos MaternalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora