Felicidades

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Nathalie Sancoeur, la asistente personal de Gabriel Agreste, estaba de pie en la oficina que ambos compartían, mirando por la ventana. Tantas cosas habían cambiado en estos últimos meses. Comenzó con la enfermedad de Adrien y luego todo se convirtió en un frenesí loco, uno que amaba, uno que se dirige a un final que nunca hubiera imaginado.

¿Cómo se lo iba a decir a Gabriel?

—Un centavo por tus pensamientos—. dijo su jefe, deslizando sus manos alrededor de su cintura.

—¿Solo un centavo?— ella rio.

Se unió a ella y la besó suavemente en la mejilla. Ella se dio la vuelta para besarlo.

—¿Tienes idea de cuanto te amo?—ella preguntó

—¿sabes que? Yo no. ¿por qué no me lo enseñas?— bromeó.

Nathalie sonrió y suavemente comenzó a besar su cuello mientras acariciaba su virilidad en sus manos.

—Joder, nat...

—¿Seguro que aun no lo sabes?— le susurró al oído.

—Tal vez... un poco...—gritó Gabriel, sintiendo inmediatamente su excitación.

—Follame—. gimió ella.

Gabriel no necesitaba una segunda orden, lo siguiente que supo fue que estaba tomando a Nathalie sobre su escritorio.

Eso sucedía de vez en cuando, y Gabriel tenía que admitir que le encantaba la forma en que Nathalie se estremecía y se derretía en sus brazos. Pasó muchas noches preguntándose cómo se sentiría el tacto de su piel y sus labios, y ahora podía probarlos, cuando quisiera. Quizás en el fondo siempre supo del amor que Nathalie le profesaba, pero decidió ignorarlo; tal vez él siempre la amó. Pero ahora, no había forma de ignorar el amor que ambos tenían el uno por el otro.

—¿Padre? - preguntó Adrien una tarde.

—Adrien, pasa— contestó.

—Quería hablar contigo.

—Iré por un café— dijo Nathalie.

—Puedes quedarte— respondió Adrien.

—No, habla con tu padre, cariño— dijo ella sonriendo.

Nathalie salió de la oficina; la verdad es que ella quería que Adrien y Gabriel se hicieran más cercanos.

—Entonces... padre...—. masculló Adrien.

Gabriel decidió permanecer en silencio, entendió que Adrien necesitaba abrirse a su propio ritmo.

—Escucha, hay esto..hay estas chicas... yo... tal vez esto sea una tonteria—.se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.

—Adrien—dijo Gabriel, haciendo que su hijo se detuviera y volteara a mirarlo.—No es tonto, ven.

Gabriel acompañó a Adrien a la sala, decidió que necesitaban un lugar cómodo para hablar, la verdad es que estaba muy interesado en su hijo y sus sentimientos.

—Entonces... ahí están estas chicas—. continuó Gabriel una vez que se sentaron.

—Si... la cosa es... ¿Cómo debo saber cuál es la correcta?— preguntó el niño.

—No lo harás— respondió su padre. —Nunca lo sabrás hasta que lo intentes. Necesitas conocerlos, tener citas, ver cuál te hace más feliz y cómodo.

—Entonces, ¿está bien si salgo con 2 o 3 a la vez?

—No es exactamente lo que quise decir, pero si, hijo. Y a veces algunas personas serán adecuadas para ti, pero no en el momento en que lo buscas.

—No entiendo.

—Si, verás, conocí a Nathalie hace muchos años, pero no era nuestro momento de estar juntos hasta ahora— dijo Gabriel.

—Ah, claro. Entonces, está diciendo que tal vez una de ellas es mi final, pero no todavía?

—Exactamente. Así que no tengas miedo de intentarlo, conócelas.

—Padre, nunca lo hubiera imaginado— respondió el niño con voz sorprendida.

—¿Y puedo saber quiénes son estas chicas afortunadas?

—Nunca lo aprobarás— dijo Adrien mirando hacia abajo.

—No te juzgaré más, hijo.

Silencio.

—¿Qué?-preguntó Gabriel.

—¿Quién eres y qué le has hecho a mi padre?— Gabriel estalló en carcajadas.

—Soy yo— contestó —Sólo que ahora tengo la mente más abierta.

—Bendita Nathalie— bromeó el niño. —Una de ellas es Kagami. Kagami Tsurugi. Si, sabes que practica esgrima y es muy inteligente. Es muy bonita y

amable. Pero...

—¿Pero?

—No sé, padre. Falta algo, ¿sabes?

—Entiendo. Y esta segunda persona...

—Marinette.

—Marinette— repitió Gabriel. —¿Te da eso?

Adrien pensó por un rato.

—Si. No sé qué es, pero lo siento en ella. Solo que ahora mismo está saliendo con otra persona, creo. Uf, es tan complicado, padre.

—Recuerda lo que te dije, Adrien. Sobre la persona correcta en el momento equivocado. No te apresures.

—Si, tienes razón - respondió el niño - tienes mucha razón, padre. ¡Gracias!

Gabriel se sorprendió por el abrazo que su hijo le acababa de dar, pero aun así, lo rodeó con sus brazos y lo abrazó con fuerza.

—Siempre puedes hablar conmigo, ¿de acuerdo?

—Esta bien, padre— dijo Adrien antes de levantarse y caminar hacia su

habitación.

—Eso salió bien— dijo Nathalie tomando el espacio que le pertenecía a Adrien.

Gabriel asintió.

—¿Qué? Hay algo en tu mente, dime.

—Marinette...

—Marinette Dupain-Cheng, sí— respondió ella.

—De verdad ¿crees que ella es la indicada?

—Gabriel, tienen 14, quién sabe. Tal vez tal vez no. Espera, no estás diciendo esto solo porque ella es la hija del pan..

—¡No!— gritó Gabriel —Absolutamente no. Solo quiero que Adrien... sea feliz.

Nathalie sonrió y le echó los brazos al cuello.

—Felicidades, mi amor- Susurró ella.

—¿Por qué?

—Comprender por fin de qué se trata la paternidad.

Instintos MaternalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora