000, Prólogo

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Hawkins, Indiana 1984

Annie estaba cruzada de brazos con el semblante serio, la música y las personas disfrazadas a su alrededor la hacían querer tirarse de un barranco.

Jamás fue fan de las fiestas o de los lugares con mucha multitud acumulada.

Mejor dicho, jamás fue fan de las personas en general.

Su mejor amigo era todo lo contrario a ella, a veces dudaba porque eran tan unidos pero tan diferentes.

El gran y conocido Steve Harrington.

Quien se acercó y la tomo del brazo, obligándola a levantarse del sillón.

—Cambia la cara, Annie—pidio, con una sonrisa surgiendo en sus labios—Dijiste que tratarias de divertirte.

—Menti—respondió, mientras fruncia el ceño cuando un par de chicos pasaron a su lado empujándola.

Steve iba a seguir hablando con ella, pero su mirada fue a su novia, quien no paraba de beber el líquido rojo en el gran tazon. Le dijo a Annie que no se moviera de allí y fue por Nancy.

—Claro—asintio viendo cómo se iba—como si alguien fuera capaz de abandonar tan divertida fiesta.

Annette Murphy no soportaba a nadie, ni siquiera a ella misma.

Volvió a sentarse en el sillón, de brazos cruzados y cerro los ojos con cansancio, mientras echaba su cabeza hacia atrás, dejando a la vista su marcada mandíbula.

De pronto la casa entera se quedó en silencio, lo que la hizo fruncir el ceño, miro hacia todos lados hasta que dio con la situación responsable de tanto silencio.

Steve había tirado la bebida sobre el atuendo de su novia.

¿O al revés?

Annie no estaba muy segura.

—Al fin un poco de paz—murmuro, recibiendo malas miradas de su alrededor— ¿Que miras? —el chico rodó los ojos y los demás siguieron bailando.

La música apareció y se dejó caer otra vez en el sofá, mientras ya no veía la hora de que Steve la llevara a casa.

Bueno, para ser sinceros, si había un lugar al que Annie odiaba más que a nada en el mundo era su hogar.

Siempre que llegaba le tocaba la parte difícil, limpiar el desastre de botellas que su padre dejaba luego de beber, encargarse de contestar las llamadas de su madre y alimentar a su gata, llamada  Hermione.

Su mirada fue hacia Steve, quien salió del baño a gran velocidad e ignoro a todos los presentes, dirigiéndose hacia la salida de la fiesta.

Annie lo miro con preocupación y confusión al ver si actitud, y luego su mirada fue a la puerta blanca del baño, dirigiéndose hacia allí.

Giro el picaporte con cuidado y entro, mientras una risa se escapaba de sus labios al ver quién estaba y en las condiciones en las que se encontraba.

— ¡Wow, Wheeler! Te ves como carrie, hasta tienes lo loca y todo—sonrió con diversión.

Nancy volteo a verla seriamente, mientras su ceño se frunció.

—Cierra la boca y ayudame—arrastro las palabras, mientras el olor a alcohol inundaba las fosas nasales de Annie.

La castaña no era fan de las bebidas alcohólicas, por obvias razones que fueron mencionadas antes.

Le recordaban a su padre.

—No—nego— ¿por qué haría eso? Tu te metiste en esto, salte sola.

No era una novedad que Nancy Wheeler y Annette Murphy se odiaban mutuamente una a la otra.

Por el simple hecho de que sus personalidades chocaban mucho.

—Murphy—gruño Nancy, tomándola del brazo y adentrandola al baño.

Cerro la puerta detrás de si y le pasó una toalla a la joven, para que la ayudará a deshacerse de la gran mancha en su prenda.

Annie miro todo con una ceja alzada, claramente no estaba en sus planes ayudarla.

— ¿Si te ayudo prometes no volver a hablarme? —pregunto, ladeando la cabeza.

Nancy asintio distraída, mientras se veía a ella misma por el espejo.

La castaña rodó los ojos, soltando un bufido.

—Si no te mueves, no puedo ayudarte—la tomo de la cintura y la dio vuelta, pegandola hacia la mesada del baño y quedando una frente a la otra— Mejor.

Annie trago saliva y comenzó a intentar limpiar y deshacerse de la mancha, pero claramente no lo iban a lograr con dos simples trapos.

—No sale—lloriqueo la mayor.

—Hago lo que puedo, Wheeler—respondio Annie a secas.

Nancy tomo la mano de Annie y comenzó a guiarla, mientras la castaña fruncia el ceño al sentir su toque.

Se separó bruscamente y dejo caer la toalla al suelo.

—Solo... mandalo a lavar—comenzo a hablar rápidamente—No se, puedes hacer lo que quieras. Me tengo que ir.

Salió del baño a paso apresurado, mientras esquivaba a las personas y pasaba una mano por su cabello.

Había sentido tanto pánico.

No entendía que le estaba sucediendo.

Para suerte de Annie, en 1985 conoció a Robin Buckley, quien la ayudo a conocerse a así misma, quien se volvió su mejor amiga de pies a cabeza.

Y en 1986, comenzaría a cuestionarse si valía la pena seguir odiando a alguien con quién siquiera interactuaba.

O bueno, hasta ese momento.

𝗱𝗼 𝗻𝗼𝘁 𝗵𝗮𝘁𝗲 𝗺𝗲, nancy wheelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora