Capítulo 1: Chocolate y fresa.
Idris
Por fin en casa, odiaba viajar, sentía entumecido todo el cuerpo.
El viaje había sido largo, especialmente cuando el chico de alado se quedó dormido en mi hombro.
Sí, pudo despertar, verme a los ojos, y ya era amor eterno, amor a primera vista y vivían felices para siempre.
No, eso no me pasaba a mí, el chico se había despertado y me miró con mala cara.
Él era el que había estado durmiendo en mi hombro.
No sé cómo hay personas que aman viajar y se pasan toda la vida de un lugar a otro, yo no podría la verdad. Sin contar el cambio de horario, tenía sueño pero a la vez no. Tan extraño como toda yo.
La casa estaba igual que siempre, decorada con tonos verdes por todo el lugar.
Y sí, era el color favorito de mi madre.
Vi las fotos de mi infancia, una pequeña yo sin dientes, una yo con vestido de princesa y muchas de mi hermanita.
Era un hogar normal, típico.
Solo que no me sentía parte de él, es como si todo fuera un cuadro perfecto y hubiesen agregado algo en el último momento y ese algo era yo.
Olía a pasta, mi madre había cocinado su especialidad.
Iban a ir a buscarme, pero preferí que se quedarán, los conocía, me hubiesen esperado con una pancarta gigante y todo.
El drama era algo de familia.
-¡Hija!- Mi madre bajó las escaleras y me dio un fuerte abrazo de ese que solo las madres te pueden dar, uno de esos que hacen que todo esté bien a pesar de que todo esté mal.
-Mamá, te extrañé mucho- lo había hecho.
-No lo creo, si no querías volver- eso era cierto -Pero que bueno que ya llegaste estoy haciendo pasta, tu favorita.
-Florecita-mi papá también vino a darme un gran abrazo a diferencia de mi madre, el de él se sentía más seguro como si fuera algo que nadie podría tocar o dañar mientras él me abrazara.
-Papi ¿Y esa barba?-pregunté, porqué nunca lo había visto con una.
-Nuevo estilo ¿te gusta?
-Me encanta papá, te dan un aire de galán de telenovela -me reí.
-Si lo sé- dijo ignorando la broma.
-Idriiiiiis-mi hermanita llegó corriendo y se lanzó a mis brazos.
Pesaba más de lo que recordaba.
-¿Qué tal mi niña?
-Te extrañé mucho- me dijo con esa carita que podría derretir el mismo polo norte.
-Yo igual cariño- la bajé - iré a mi habitación a descansar -Les dije a mis padres.
-Si hija, debes estar agotada-mi madre me dio un beso mientras papá subía mi maleta.
Cuando entré, mi papá ya había dejado la maleta en la cama y había salido.
Mi habitación estaba tal y como la había dejado.
Olía a chocolate y fresa.
Mi mamá lo recordaba, mi aromatizante favorito y no muy común.
Bueno ella usaba velas de aroma.
Estaba perfectamente limpia, paredes blancas, alfombra blanca y la cama en medio también de blanco, con almohadas negras.
De hecho mi habitación era toda blanca con contraste en negro, como el escritorio o el armario.
ESTÁS LEYENDO
El secreto de Idris y Tristán
RandomIdris tiene muchos problemas y cada vez que uno parece ser resuelto otro sale a la luz. Ella es Fuego ardiente y eso parece ser su única constante