Capítulo 20: Yo nunca fallo.

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Capítulo 20: Yo nunca fallo.

Podía sentir las manos de Sage recorriendo ligeramente mi cintura y luego apretando con fuerza, para mirarme con esos ojos grises, pasando a levantar mis brazos y acomodar sus manos en mi cintura asegurándose de que todo estuviese perfecto.

—Te dije que podía hacerlo yo sola— recalque lo antes dicho rodando los ojos.

—Cinturón listo— dijo ignorándome completamente —Chaleco listo — siguió cerrando uno de los bolsillos de dicho chaleco, que era muy incómodo por cierto— Y yo quería asegurarme que todo estuviese perfecto, ya que nunca te has puesto un chaleco antes— respondió.

—¿Para qué? No creo que me disparen hoy.

—Es mejor prevenir que lamentar, Idris.

Se alejó para entrar en el clóset, cinco minutos después salió con su chaleco en manos y un estuche que a juzgar por la forma tan familiar, era para mí.

—Aún no estoy seguro de que te encargues de esta parte— Repitió como por décima vez.

—Si, pues, me vale— le contesté.

—¿Podrías ser más educada? No te mataría.

Dijo después de colocar el estuche sobre la cama, y abrirlo para enseñarme la cosa más linda que vería hoy.

—¿Sabes que es?— Esa pregunta ofende.

Me giré para encararlo y después tomé el fusil que daba la impresión de ser más grande que yo, bueno eso pasaba mucho.

—Es un fusil Remington serie 700— lo gire para observar mejor la mirilla — Cerrojo de alimentación por empuje— lo gire de nuevo para admirar su belleza — a simple vista diría que usa un calibre de 7,62 mm y tiene capacidad de hasta 5 cartuchos.

El amargado parecía demasiado impresionado, lo cual me molestaba, ¿Me tenía tan infravalorada?

— 15 disparos por minuto— finalizó.

Deje el fusil en su estuche, mientras Sage se colocaba el chaleco antibalas.

Que tontería.

—¿Sabes que si te apunto a la cabeza ese chaleco no serviría de nada? — levantó el rostro con una sonrisa.

—Que bueno que tienes prohibido disparar entonces—señaló con una sonrisa ¿Qué acaba de decir?

—¿Qué? — Su sonrisa se intensificó.

—Que tienes prohibido disparar, Idris — repitió ¿Estaba bromeando verdad?

—Me das un fusil francotirador, me pones en un techo, con muchos objetivos interesantes ¿y esperas que no dispare? — me reí.

Pero él ya había perdido la sonrisa.

—Hay dos reglas Idris, uno, no puedes disparar a menos que yo te lo indique o que sea absolutamente necesario, y dos, tienes prohibido matar.

Toda la emoción por esa misión se evaporó en un segundo.

Que divertido sería.

Que se note el sarcasmo.

—¿Eso último a qué va?— ya me estaba empezando a enfadar.

—A que te conozco lo suficiente como para saber que tenías planeado matar a alguien.

¿Qué? Bueno, a decir verdad si tenía planeado uno que otro disparo por diversión, y uno que otro a la cabeza de Antón, por accidente.

—Sabes que darme un fusil y decirme que no dispare es como darle un dulce a un niño y decirle que no se lo coma ¿Verdad?

El secreto de Idris y Tristán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora