Capítulo 23: Yo soy más importante.

363 25 7
                                    

Capítulo 23: Yo soy más importante.

Idris

El ambiente estaba tenso, el único sonido que se escuchaba en el comedor era el de los cubiertos sobre la porcelana.

La respiración de Manuel parecía calmada, pero tenía cosas que decir, era una bomba a punto de explotar. Estaba concentrado en su comida, y de vez en cuando me lanzaba una mirada de cariño.

Sage también estaba enfocado en alguna. Cosa y no se permitía emitir sonido alguno, sus hombros estaban tensos, solo bajaba la cabeza ligeramente para cortar la carne, después volvía a fijar su mirada en algún punto con el mentón en alto o me lanzaba una mirada de odio, disgusto y recelo.

Pamela tenía una sonrisa (obviamente falsa) reluciente, e intentaba conversar, pero ninguno de los tres le dedicó más que tres palabras.

Manuel dejó los cubiertos en el plato y mi cuenta regresiva empezó.

3… 2… 1…

—Bueno, ahora quiero mi explicación.

Pamela perdió la sonrisa falsa y Sage me dedicó una mirada rápida antes de observar a Manuel.

—Hijo…— empezó Pamela, pero Sage la corto.

— Primeramente, fue mi idea, te ofrezco una disculpa, no me arrepiento de lo que hice, pero te debo una disculpa por los daños a tu persona, porque fue sin consentimiento, y todo lo demás qué te afectó, sin embargo, sobra decir que las puertas — y lo siguiente lo dijo con rabia en sus ojos — están siempre abiertas para ti, como parte de la familia tienes un puesto aquí, siempre que quieras.

Siempre diplomático.

Un silencio se extendió por todo el comedor, esperando la respuesta.

—¿Cuánto tiempo llevas practicando ese discurso? — ¿Lo dijo en voz alta? Sí.

La mandíbula de Sage se tensó, y se levantó de la mesa.

Bueno, pensé que Manuel sería el primero en levantarse.

—¿Qué has dicho? — pregunto.

—Ya lo has oído— contestó Manuel poniéndose de pie.

¿Cine? Claro que no, nada como ver al amargado recibiendo una paliza.

O dándola.

Manuel se levantó también y menos mal la mesa los separaba.

—No discutiré con un niño enfadado— la cara de Sage era un poema, tenía algo en contra de Manuel, se notaba.

—Tengo derecho a estarlo, y créeme que puedo hablar tranquilamente, si eso quieres— ¿Y la pelea?

—Bueno si quieres hablar será en otro momento, ahora debo irme— declaró Sage mirando a Manuel.

¿Y la pelea?

—Está bien— respondió él.

¿Y la pelea?

Sage camino a la salida del comedor y antes de salir me dedicó una mirada y un asentimiento, una invitación mejor dicho.

Esperé unos minutos incómodos y me despedí de Manuel para dirigirme ¿A dónde? Suponía que a la sala de entrenamiento, bueno, de mis entrenamientos porque nadie más que yo la usaba. Normalmente el camino siempre era frío con un ambiente energético, de rabia o incertidumbre, pero está vez, era algo más.

Tristeza tal vez.

Cuando llegué pude ver una sombra con el pie y la cabeza apoyados en la puerta, parecía tararear una canción, me instalé frente a él, sus ojos me notaron y un brilló fugaz los iluminó.

El secreto de Idris y Tristán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora