Capítulo 2

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- Jesucristo, Thai, ¿puedes conducir del tirón? - llevo una mano a mi estómago como si así evitase que se revolviera más - terminaré devolviendo la comida como no conduzcas como gente normal.

Mi hermana hace una mueca y estaciona a un lado frunciendo el ceño.

- No sé qué pasa, pero algo anda mal con el coche y no soy yo.

Toco el puente de mi nariz intentando buscar algún ápice de paciencia en el fondo de mi corazón, pero no consigo gran cosa.

- No tengo idea de motores hermana, yo digo que llames a un mecánico o algo.

El bufido que suelta antes de bajar es más que audible, por lo que decido que es un buen momento para quedarme en silencio y no molestar.

La observo levantar el capó y engancharlo para mirar mejor, supongo que ella tendrá idea de que diablos está buscando.

Veo mi teléfono preparada para pedir ayuda en caso que sea necesario y decido hacerlo cuando comienzo a ver humo saliendo del motor. Voy a llamar a papá, que es el único que se me ocurre, cuando escucho a mi hermana quejarse al teléfono.

"No... Si, ya he revisado... Está bien... Que no, que ya miré... Que si... ... Bueno, tampoco soy experta, pero si sale humo no es buena señal ¿No crees? ... Que noooo... Está bien... Hasta ahora"

La pelirrosa cierra el capó y recorre el pequeño espacio hasta abrir la puerta del piloto. Se sube acomodándose en el asiento y apoya la frente en el volante, haciéndo sonar el claxon.

- Mierda.

Saco un frasquito con mis chicles mentolados para ver si mi estómago se decide a calmarse después de dichoso viaje y meto uno a mi boca, mordiendo con rapidez.

- ¿Quieres? - ofrezco el dulce a mi hermana, quien voltea a verme con una mueca y lo toma de todas maneras, agradeciendo tras un suspiro.

- Max vendrá a buscar el coche para revisarlo. Necesitaremos caminar hasta la próxima parada de bus para poder volver a casa.

- Pero... Podemos irnos con Max, de todas formas es tu amigo.

- Si, pero trae la grúa pequeña, asique no podemos ir las dos en ella.

- Puedo quedarme aquí e ir arriba con el coche - mi sugerencia no parece agradarle pues me mira como si me hubiese salido una nueva cabeza.

- Voy a hacer de cuentas que no dijiste eso - me encojo de hombros y mira su teléfono - pediré ayuda a alguno de los chicos.

Agradezco mentalmente que Alex siga es la otra punta del mundo porque Thalia era muy capaz de llamarle a él, por puro joder.

Juego con los anillos en mis dedos mientras espero a que se le pase el enojo y pasa un rato antes que la escuche suspirar rendida.

- ¿Todo en orden?

- No... El día no debía empeorar así, pero no queda de otra, quiero llegar pronto a casa.

La observo con pena pues mi hermana hoy tenía que dar una exposición y se había preparado toda la noche para ella, para que esta mañana le avisaran que el tipo con el que se querían asociar, y a quien iba a intentar convencer con su propuesta, había decidido irse con la competencia.

Entendía que claramente después de eso, tener que pasar por mi a la universidad y desviarse porque yo quería comer pastas a toda costa, no le hace ni pizca de gracia que el auto decida estropearse.

Vemos llegar una camioneta de la cual baja Miguel, quien se acerca a nosotras con una sonrisa simpática.

- Hola guapas, he llegado en su rescate - besa a mi hermana en los labios y a mí me hace un gesto con la mano desde la ventana donde se apoya.

Déjame quererte - Álex MárquezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora