Capítulo 4

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Tras el encuentro con el estúpido de Alex, no lo había vuelto a ver hasta un par de días después en casa, cuando no encontró nada mejor que sorprenderme en la cocina justo en el momento en que yo me encontraba con el culo al aire, intentando alcanzar una caja de cereales del fondo de la alacena inferior.

- ¿A quién coño se le ocurrió dejarlo aquí? - renegar no sirve de mucho si no hay nadie a quien culpar, por lo que, siguiendo la lógica de mi vida, sigo refunfuñando en voz baja.

Un silbido me hace sobresaltar provocando que me golpee la cabeza contra el mueble. Suelto un improperio y salgo rápidamente del interior de la alacena, enderezándome lo mejor que puedo mientras estiró el bajo de la camiseta que uso para dormir.

Me encuentro con el par de ojos pardos que últimamente me persiguen en sueños y en la vida real, y junto mis piernas cuando sus ojos me recorren completa, parando en los lugares donde se evidencia mi deseo.

- Esta sí que es una buena manera de saludar. Aunque estoy seguro de que podrías darme mejores, es una imagen mental que quiero mantener.

La indignación se abre paso por mi cuerpo, situándose en mi estómago con pesadez.

- ¿Qué diablos haces aquí? - mis brazos cruzados intentan proteger mi cuerpo de su vista, cosa que parece hacerle tantísima gracia.

Su mirada se dirige a mi pecho, aprovechando mi gesto que hace que mis senos se realcen aún más, y ruego a todos los dioses que no note que mis pezones han reaccionado a su presencia.

Maldito cuerpo traicionero.

- Brujita, a pesar de tus intentos de hacerte la difícil, sabemos perfectamente que solo necesito un par de pasos y te tengo completamente dispuesta para mí - Será imbécil. Avanza con la lentitud de un león y yo retrocedo hasta chocar mi trasero con el tope superior de la alacena.

El golpe me arranca un gemido de dolor, pero Alex parece divertido con la situación y se acerca más a mi cuerpo, con una lentitud que activa todos mis sentidos.

- Kay, Alex vendrá a...

La voz de mi hermana se queda en el aire cuando nos ve tan cerca, mirándonos a ambos de manera sospechosa. Intenta esconder una sonrisa al ver mi atuendo, tan solo una camiseta masculina, que le robé hace un tiempo, y mis bragas.

Alex se ha separado un poco de mí, pero no lo suficiente como para dejar de sentir el calor de su cuerpo a apenas unos centímetros. ¿Qué mierda les pasa a mis hormonas con este hombre?

- Veo que ya se han visto - la mirada divertida de Thalía varía entre el castaño y yo, por lo que doy un empujón contra el duro pecho de Alex y salgo de su radar - ¿Han hablado algo interesante mientras llegaba? - volteo a verla con frustración, odiando la sonrisa que oculta y la expresión de suficiencia en el rostro de Alex.

- Pues...

- Nada, nada interesante se puede hablar con este - salgo de la cocina echando humos y alcanzo a escuchar la carcajada que suelta mi hermana, así como el murmullo que anuncia una conversación con su mejor amigo.

Jodida mierda. Detesto que Alex sea el mejor amigo de mi hermana, odio que sean cercanos siquiera, pero más me odio a mí misma por no ser capaz de olvidar todo lo que en algún momento sentí por el menor de los Márquez y recordar en su lugar la forma en que se burló de mí.

~ ~ ~ * ~ ~ ~

Thalia y Alex salieron a la casa nueva de Max. Resulta que le ayudarían a colocar la mueblería nueva y harían una barbacoa con todo el grupo. Thai me había invitado, pero no me apetecía salir hoy, además que venía de días en que no me sentía nada bien de salud y preferí que lo mejor sería quedarme en casa.

Déjame quererte - Álex MárquezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora