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Apenas llegó al trabajo y todo fue un torbellino. Para empezar, llegó tarde gracias al tráfico, y lo que menos quería era encontrarse a su suegro, o mejor dicho, a su jefe, pero sintió que más bien lo invocó, pues fue la primer cara que vió al llegar a la empresa.

—Vuelves a llegar tarde. Hoy te espera un día pesado, Jungkook. Tengo un viaje de negocios justo ahora, pero he dejado a mi secretario una lista de deberes que tendrás que cumplir. Es importante que sepas que no puedes ir a casa hasta cumplirlos, pues estamos a nada de formalizar tratos con otra empresa, y todos los documentos con información deben estar listos.

No supo qué decir, sabía que esto era un abuso, pues cada departamento tenía su labor individual y le estaba dejando prácticamente todo a él, pero no le quedó más que asentir con resignación, pues sentía una parte de culpa por haber llegado tarde, además de que el señor Matthew, más allá de tratarlo con indiferencia, nunca lo trató mal como suegro, y aún así, él le estaba fallando a su preciada hija en secreto.

El hombre lo vió con esa mirada dura por unos segundos, y después salió del edificio siendo seguido por dos ejecutivos que lo acompañarían en su viaje.

Jungkook suspiró con pesadez, y al dar un par de pasos, casi le salta una vena en la sien por el estrés de tan solo ver al amargado secretario del padre de Somi viéndole fijamente.

"Este será un día largo", pensó.

Aún ni comenzaba y ya se sentía asfixiado.

•°•°•

Los ojos de Jimin se abrieron en demasía, sus manos temblaban, haciendo también temblar al papel entre sus manos.

¿Era real? ¿De verdad Jungkook se le declaró?

Se sentía irreal, estaba desconectado, en trance, no supo qué decir ni que pensar, definitivamente fue un shock, hasta llegó a preguntarse si realmente Jungkook escribió aquello o alguien le jugó una broma de mal gusto.

Pero no, todo era real, Jungkook escribió con su puño y letra aquella improvisada pero sincera carta. Entonces, en ese momento, Jimin cayó en cuenta que por primera vez alguien le confesó sus sentimientos, y fue de la manera más cursi, en una carta hecha a mano.

Y le encantaba.

Por fin su cuerpo reaccionó, soltó la hoja en su regazo y llevó sus manos a cubrir su cara, para segundos después soltar pequeños hipidos y sollozos discretos, pues Jessi estaba afuera del baño. No podía creer que aquella carta le hiciera sentir tanto, que darse cuenta de que sus sentimientos eran correspondidos era tan hermoso, que podía gustarle a alguien pese a saber cómo era...

Oh, no.

La realidad le cayó como balde de agua fría, Jungkook no lo conocía. El castaño no sabía su pasado.

Su llanto cesó en seco, su inseguridad comenzó a trepar en él como una araña ponzoñoza que inyectó el veneno y comenzó a paralizarlo poco a poco. De nuevo vino aquella pregunta que se hizo hace tiempo, ¿Jungkook lo seguiría queriendo después de saber que estaba internamente arruinado? Pues sentía que su cuerpo tenía huellas diversas que con ningún baño jamás pudo quitar, estaba marcado, tanto físicamente como en el alma. Suspiró y secó sus lágrimas, en ese momento sintió la resignación del realismo, ese en donde no podría ser feliz con Jungkook, pues su propio pasado y el matrimonio del castaño eran factores enormes en su contra.

Aún así, debía ya sacarse esa incertidumbre y culpa por no contarle todo de sí a Jungkook, así que decidió ser sincero con él por primera vez, que aunque tuviera un miedo enorme por confesarle las asquerosidades en las que se vió envuelto, era una oportunidad perfecta para darle fin a todo.

EN LA AVENIDA MAPO (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora