Capítulo 32

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—¿A quién debo anun-...? —la mujer de la recepción de Roos palidece.

—Vengo a ver a Adrien Pons —informo.

Me observa como si acabara de ver a un muerto levantarse, y bueno, en parte así ha sido, ¿no? Digo, ¿cuánto años tenía la última vez que me paré por aquí?

—Tengo prisa —insisto amablemente.

—¡Claro! —busca un gafete de visitante para darme, al encontrarlo se toma la molestia de limpiarlo y me lo ofrece a manos temblorosas—. Es un gusto tenerla de vuelta.

—Gracias —contesto tomando el que me ofrece.

Los muros de esta empresa guardan mucho.

Mi bisabuelo comenzó siendo un sastre, mi abuelo Thierry se apasionó por la creación de perfumes y fue mi padre a quien se le ocurrió comenzar a filmar comerciales de los productos de la marca en crecimiento.

Irrumpo en la sala de juntas sin molestarme en tocar la puerta, a fin de cuentas, Adrien o quizás Cameron son las únicas personas esperándome.

—Tranquilo, me encargo a partir de hoy —el tono dulce que usa la chica de cabello corto sentada a un lado de Adrien, más la forma en la que lo sostiene de una mano me hace cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria.

Adrien me voltea a ver, su expresión es un "oh, aquí vamos" que conozco bien. La chica suelta su mano y se reacomoda en su lugar aclarando su garganta.

—Ups, ¿interrumpo? —suelto con poco interés.

—Para nada, preciosa —Adrien me sonríe.

Me acerco caminando de forma desconfiada hasta que estoy a un lado de él. Adrien arrastra hacia atrás su silla y toma una de mis manos. Me inclino para darle un beso en la coronilla y le revuelvo el cabello conteniendo las enormes ganas de tirar de algún mechón.

—¿Usted es? —pregunto a la chica a la vez que me siento en las piernas de Adrien.

Es obvio que ya no soy una niña como para sentarme en su regazo sin que se vea raro, pero no me importa lo que ella pueda opinar. Me aferro al cuello de Adrien como un coala se aferra a un árbol para no caerse.

—¿No se conocían ya? —suelta el rubio.

—No me reconoce —contesta ella.

Afilo la mirada ante la confianza con la que se dirige a Adrien.

—Tranquila, Srta. Leblanc —ella levanta las manos en un gesto de tregua—. Creo que ha malinterpretado la escena que vio hace un momento. Solamente soy una amiga más de usted y toda su familia.

Abro la boca y enseguida volteo a ver a Adrien quien me sonríe de lado, divertido. Lo miro con molestia y le doy un golpe en el pecho a puño cerrado que le saca una carcajada.

—No sabes cuanto extrañaba tus celos —dice pellizcando una de mis mejillas.

—No me hables, estoy molesta —quito su mano de mi rostro de mala gana.

Adrien me toma de la barbilla y me da un beso en esa mejilla mientras sigue riéndose.

—Así que, lo sabes, ¿eh? —miro a la chica mientras me limpio el beso que Adrien me dio, él finge una cara de perrito apaleado.

—Conoce más de lo que crees —contesta el rubio—. Te presento a Tiara Bergman. Asistente personal de Renée y prometida de Cameron.

¿Prome- qué? ¡Prometida de Cameron!

Cupido del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora