Capítulo 20

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—¿Y bien? —Derek se cruza de brazos—. ¿Qué te parece?

Inspecciono mi nuevo escritorio. Es blanco en forma de L, y está situado en una esquina cercana a la puerta de la oficina de Derek. Tiene una parte alta donde queda oculto el monitor de mi computadora y el teléfono de base.

Tuvo que cambiar cojines del sofá para que fueran a juego con el color del escritorio, un sacrificio que le da paz a su mente obsesiva con el orden. Eso me lo dijo Chase durante el desayuno.

—Creí que estaría afuera, donde pueda decirles a las visitas que estás ocupado cuando en realidad no quieres atenderlos —contesto.

—Las secretarias tienen esa tarea —sonríe de lado—. Eres mi asistente, es más práctico tenerte a mi disposición para lo que llegue a requerir...

Lo miro con un sonrojo apareciendo en mis mejillas. Él me respondo con un inclinando la cabeza.

—Esta vez no lo dije con el afán de ponerte incómoda —se encoge de hombros—. Tú lo sacaste de contexto.

No entiendo a qué se refiere con ponerme incomoda. Analizo las palabras que dijo anteriores a esa y comprendo lo que él entendió como la razón de mi sonrojo.

—¡Ay, no! Ya entendí —meneo la cabeza—. No era por eso.

Sus palabras pudieran sonar diferentes si se dijeran en otro contexto.

Él se acerca al lado opuesto del escritorio, en ese lado desde el que él me verá trabajar. Apoya los brazos en la parte alta y posa la barbilla en sus antebrazos. Su cara queda a favor de la luz que entra por la gran ventana a mis espaldas, el sol de medio día hace que en sus ojos aparezcan destellos de un verde claro cercano a un sub tono amarillo.

—¿Entonces? —cuestiona.

—Es... el escritorio —susurro.

Que haya hecho tantos cambios viendo tanto por su comodidad como por la mía me conmueve, aunque sé que quizás estos cambios pudo haberlos hecho por alguien más.

Ese último pensamiento hace que un extraño cosquilleo aparezca en mi pecho.

—¿Hay algo malo con él? —su expresión cambia a preocupación.

Paso una mano por la superficie blanca de mi nuevo. Observo el camino que trazan mis dedos sobre el material y tengo cuidado de no rozar a Derek cuando paso cerca de él.

Sus ojos del color de la hierba siguen mi movimiento. Hay una sensación de intimidad en la forma en la que inclina su rostro para no perder detalle. Lo veo entrecerrar los ojos para detallar mejor algo, es ahí que recuerdo el pequeño aro plateado alrededor de uno de mis dedos.

Lentamente bajo la mano.

—Me encanta —digo.

—Menos mal —contesta con alivio—. No sabría cómo explicar el dinero que gaste comprando un mueble que terminé reemplazando por otro.

Él sonríe, imito su gesto y él arruga la nariz en un gesto burlón pero tierno. Muerdo una de mis mejillas al ser consciente de que estoy pensando en Derek con ternura.

—Tengo un regalo de bienvenida para ti —confiesa.

Si eso no era suficiente para mover algo en mi interior, él me toma de una mano y comienza a guiarme hacia su escritorio.

Su mano es más grande que la mía. La piel de su palma es cálida, su agarre es fuerte y seguro. Me hace sentir cómoda con este contacto, tanto que lo seguiría a cualquier parte con una venda en los ojos.

Cupido del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora