"Mi mente confunde entre los recuerdos, mis sueños y a la realidad. Cada vez es más difícil saber si fui, soy o puedo ser. Cada día es más difícil ser quien se supone que soy" — Mallory Leblanc.
"—Sé que estás consiguiéndole una esposa a mi hijo, a sus espaldas —acomodó un oscuro mechón de su cabello—. Quiero que sean felices con quienes ellos elijan, no con quien su padre crea que es conveniente".
La sensación de frío vuelve, así doy un tirón a la sábana para cubrirme mejor con ella, cerrando con fuerza los ojos, intentando volver a dormir.
"—Debería estar enojada, ¿no? —pronuncié nerviosa.
—Me casé con el diablo sabiendo que viviría en el infierno. Ya nada que venga de él puede sorprenderme —sonrío".
Abracé mis piernas contra mi pecho, tratando de controlar las ganas de salir corriendo a esconderme donde nadie me encuentre.
"—¿Por qué yo?
—Tú iniciaste esto. Eres la única que puede escribir el punto final".
Ruedo sobre mi espalda hasta quedar sobre mi estómago, tomando una almohada y colocándola encima de mi cabeza, como si con ella pudiera callar las voces del recuerdo en mi cabeza.
"—Deja que mi hijo decida qué es lo que quiere hacer con su vida —Irys me ofreció una tarjeta blanca—. Hazlo y me encargaré de que tu carrera vuelva a despegar, esta vez, para que nunca vuelvas a tocar el suelo".
Argos me pisa la espalda gimoteando. Mis extremidades se sienten pesadas, así que no me muevo para calmarlo. Eso hace que Argos muerda la almohada y la retire de mi cabeza.
Mi mejor amigo a cuatro patas se acurruca a mi lado, obligándome a abrazarme a él para no ahogarme entre su pelo y la cama. Acaricio su cabeza con una mano una vez que logro quedar con la espalda contra la cama.
Con mi mano libre alcanzo la tarjeta blanca que dejé bajo mi nueva lectura, la observo extendiéndola hacia el techo.
"—Llámame si tienes una respuesta —tomé la tarjeta de sus manos—. Si tu padre te educó como creo que lo hizo, sabré que la próxima llamada a mi teléfono, será tuya".
Me siento dejando que mi cabello tape un poco de mi rostro. Argos apoya su cabeza en mi muslo derecho y suelta un pequeño ladrido.
—No sé qué hacer, Argos —me aferro al pelo de su lomo—. Otra vez me estoy perdiendo.
Él se pone de pie, dándome un toquecito en una mejilla con su nariz. Esa acción que siempre he tomado como un: ánimo.
La alarma despertadora comienza a sonar, la apago en seguida.
—Por lo pronto, debo alistarme para ir a Rohdiamant, ¿no? —él bufa como si me diera la razón—. Argos... creo que ya necesitas un baño.
Eso lo hace lanzarse sobre mi e intentar lamerme la cara, su cola sacudiéndose fuerte de un lado a otro. Termino teniendo un ataque de risa por lo insistentemente cariñoso que puede llegar mi bolita de pelos.
Su ataque para cuando me hago la muerta. Él me resopla en la cara, eso me hace recobrar energías para poner los pies fuera de la cama.
—Aquí entre nos, Argos —él se sienta al borde de la cama, mirándome con las orejas en alto—. También necesitas urgentemente una menta.
Tomo mi toalla y luego de darle un beso en la coronilla a Argos, me meto a bañar.
Anoche llegue a casa después del momento incómodo vivido en la casa de los Teufel. Tras la conversación que tuve con Irys no he podido estar a gusto en mi propia mente, lo que me llevó a dormir unas dos horas como mucho.
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Cupido del Diablo
RomansTodas las buenas historias tienen un apartado, un pequeño lugar, un rincón donde puedes enterarte brevemente de la trama... menos la mía. Porque no sé si sea buena para explicarlo, y menos sé si mi historia ha terminado. Derek dirigirá la empresa d...