A pesar de haber sido pateada por Cameron unas cuatro veces y que la pierna de Adrien me dejara sin aire al posarse sobre mi estomago unas dos veces a lo largo de la noche, creo que he dormido bien. Tan bien como si hubiera dormido sobre una roca.
Entro a la recepción de Roos a paso lento, tallando lejos de mi rostro la sensación de adormecimiento por la mala noche. La recepcionista en cuanto me mira me da el gafete que usé la última vez. Le agradezco con un gesto de cabeza y continuo con mi rumbo, a donde sé que Renée se encuentra.
Entro en la sala de juntas, sin molestarme en tocar la puerta.
Renée está de pie, al parecer, acaba de darles la bienvenida a los presentes. Ella no puede aguantar las ganas de dirigirme una de sus miradas venenosas en cuanto nuestras miradas se cruzan.
Mi madre tiene el cabello bañado de plateadas canas donde solían haber hilos dorados, sus ojos se ven cansados pero el color en ellos sigue vibrante. Su rostro tiene el tiempo tallado en cada una de las arrugas diminutas y las manchas por el sol. Pero no deja de verse... hermosa, como una flor, y venenosa, como un escorpión.
<<Vaya, podría ser poeta>>.
—Lamento llegar tarde —digo, tomando asiento al lado derecho de mi madre.
Adrien y Cameron a la esquina contraria, disimulan sus sonrisas burlonas.
<<Si, muy graciosos. Hubiera llegado junto a ustedes si no me hubieran dejado dormir más de la cuenta>>. Los asesino mentalmente.
—Se puede saber —sé que mi madre hace un esfuerzo monumental por no gritarme—, ¿qué haces aquí?
—Bueno, —le regreso la observación que me hace—, estoy tomando mi puesto como uno de los lideres de Roos. ¿No es lo que querías?
Ignoro la respiración controlada que suelta. Tomo una de las capetas que me ofrece la chica que las reparte con una sonrisa nerviosa y ojos que gritan querer salir de aquí lo antes posible.
—Sí, es lo que quería. Pero esta no es la forma —su tono se eleva ligeramente—. Sabes bien que estas cosas no se hacen así, y que no consiento tus caprichos.
—¿De pronto es un capricho querer hacerme cargo de un trabajo que mi padre me dejó? —paseo los ojos por el lugar.
Todos están tensos. Y creo que si no hubiera tenido ni una pizca del valor y motivación que tengo para estar haciendo tal drama, estaría igual que ellos. He mandado al diablo el tener una mañana tranquila.
—Los arrebatos como estos no son algo que vaya a tolerarte, no más —apoya una mano en la mesa girando su cuerpo hacia mi—. No eres una niña, pero aún puedo castigarte como a una si quieres que juguemos a ese juego, ¿es lo que quieres? —susurra con dureza para que solo yo pueda escucharla.
La miro un segundo por el rabillo del ojo. Siento la presión de otro par de ojos, así que busco de quién se trata. Adrien me mira, su rostro está en blanco, pero sus manos se cierran en puños y los separa arrastrándolos por la madera de la mesa.
Cierro los ojos, recordando qué significa esa seña. Cuando lo tengo, suelto un suspiro poniéndome de pie.
"Hazlo"
—Arrebato —procuro sonar como si jamás hubiese oído esa palabra—. Ahora es un arrebato que venga para hacerme cargo de la compañía que mi abuelo y mi padre fundaron. Tengo más derecho de esta aquí que tú, madre.
—Cediste ese derecho al irte —declara.
—Y lo obtuve de vuelta cuando decidí regresar —mi voz suena autoritaria y me orgullece tener el valor de encararla como lo hice cuando me fui de casa—. Soy la heredera legítima. Y tú ni ninguno de los presentes puede cambiar ese hecho.
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Cupido del Diablo
RomansaTodas las buenas historias tienen un apartado, un pequeño lugar, un rincón donde puedes enterarte brevemente de la trama... menos la mía. Porque no sé si sea buena para explicarlo, y menos sé si mi historia ha terminado. Derek dirigirá la empresa d...