Capítulo 14

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5 años atrás (aprox).

Instalaciones de CBH Entertainment, Yongsan-gu, Seoúl, Corea del Sur.

Me tropiezo por enésima vez intentando el mismo paso. Recobro el equilibrio antes de caer, evitando agregar un nuevo moretón a la creciente colección en mis piernas.

Limpio el sudor de mi frente con mi antebrazo. Estoy realmente sedienta, ni si quiera puedo tragar saliva porque mi boca está seca como el desierto, pero parece que mi piel tiene un suministro de agua diferente.

Pronto serán las pruebas de baile y no logro hacer la coreografía completa. Si continúo así voy a quedar por detrás de mis compañeras, cosa que no me puedo permitir. Tengo bastante con que algunos instructores me hagan a un lado por ser extranjera.

La frustración comienza a agobiarme, me vuelve más torpe, más irritable y reduce mi capacidad de concentración.

Gruño dejando salir la rabia.

—Continúas tropezándote porque giras en punta. Tus tobillos no tienen la fuerza para sostenerte —una voz juvenil se alza sobre el sonido de la música que deje corriendo en mi celular—. Inténtalo de nuevo, esta vez gira con los talones cerca del suelo.

Muevo mi vista hasta la puerta del salón de espejos donde estoy con la intención de contestar algo. Una chica coreana me mira desde ahí, con los ojos oscuros clavados en el espejo frente a ella, se alisa el cabello castaño usando sus dedos.

No pertenece al grupo que siempre anda detrás de mí para molestarme como su juego favorito, a esta chica no la había visto en mi sector. Eso no quita de su persona ese aire de glamur y cuidado que tienen la mayoría aquí. Es linda, como todas.

Bien lo dijo Dot Hutchison: La belleza pierde su sentido cuando te rodea en exceso.*

—¿Me habla a mí? —sueno tímida.

Llevo unos meses en corea, pero he hablado poco. No termino de acostumbrarme a como suena mi voz en el idioma.

—¿Ves a alguien más aquí?

Mis labios parecen haberse quedado pegados al intentar abrirlos. En lugar de ponerme a balbucear, miro a mi alrededor para darme cuenta de que sí, soy la única.

—No creí que de verdad te refirieras a mi —cubro mi boca con mis manos al mismo tiempo que suelto una disculpa.

Aquí es una grosería que seas confianzudo, sobre todo si te refieres a alguien mayor que tú, ya sea que esa persona sea mayor de edad, por experiencia, o puesto de trabajo.

—No te preocupes —dice dando un paso dentro del salón—. Crecí en Estados Unidos. También se me olvidan las costumbres de aquí —me guiña un ojo.

Eso me arranca una sonrisa.

—Soy Mallory.

—Lo sé, te escuché cantar en las audiciones. Soy Eun-Ji.

Mi cerebro se congela al reconocer el nombre de una de las mejores Trainees de la empresa. Según algunos rumores, ella es una de las posibles candidatas a líder del grupo que se formará con las mejores Trainees que salgan de las próximas pruebas.

—C'est un plaisir —ella me mira como si estuviera loca—. Lo siento. Quise decir: es un placer.

Niego con la cabeza. Debo concentrarme, pero estoy exhausta.

—¿Hablas francés?

—Con fluidez, viví en Toulouse cinco años con mis abuelos.

Ella llega a mí a grandes pasos, podrían hacer eco por la habitación de no ser porque mi celular sigue reproduciendo música. Eun-Ji toma mis manos entre las de ella y se las lleva al pecho en un gesto de suplicar, sus ojos brillan de alegría.

Cupido del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora