7. El reemplazo.

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Cuando la espada estuvo por encima de su cabeza, siendo sujetada con ambas manos para no perder el equilibrio en ellas, era imposible no temblar y sudar. Entrecerró los ojos y apuntó hacia el pecho de su majestad en lo más silencioso posible estiró sus brazos y con fuerza los volvió hacia delante, pero antes de clavar la espada en el cuerpo una flecha la golpeó haciendo que Rou la suelte lanzandola lejos. Sus ojos aterrorizados miraron a la dirección de dónde provino aquella flecha, la cama crujió ante unos movimientos y el rey se levantó. —No creí que tendrías el coraje de hacerlo. Ahora veo que te subestime.— Reía mientras vestía su túnica cubriendo su cuerpo desnudo.

—Majestad.— Un hombre delgado, alto y con cabello lacio y largo entró a la habitación, sosteniendo en sus manos un arco y en su espalda un carcaj repleto de flechas, él se arrodilló ante el rey sin decir otra palabra.

—Rou.— Mencionó el rey el nombre de Rou mientras le dirigía una mirada satisfactoria. En ése momento el joven lamentaba haber hecho aquella estupidez, se le ocurrió que tal vez moriría.

No, definitivamente no podía acabar así. Ahora llevo a su hijo en mí vientre.

Pensó acercando su mano hasta su vientre y volviendo a la realidad, golpeó sus rodillas en el suelo y rogó perdón. —Su majestad, lo siento tanto. Tenía tanto miedo. Fue mí error, merezco un castigo, perdone mí vida.

—Rou, déjame terminar de hablar.— El Rey vuelve a soltar unas fuertes carcajadas, acercándose a él para sostener sus manos. —Él es Grev, tú reemplazo.

—¿R—Reemplazo...?— Pregunta Rou aún de rodillas con lágrimas en su rostro.

—Sí, Hará él trabajo que te corresponde.

—¿Qué? Alteza, ¿qué pasará conmigo?

—Quería que tuvieras tiempo para recuperarte y estar conmigo sin preocuparte, pero no pensé que me las pagarías así.— El Rey empieza a apretar fuerte las manos de Rou mientras decía aquello entre dientes.

—¡Ah! Duele...— Se quejaba Rou al sentir el apretón en sus manos. El rey llevó sus manos hasta sus labios y les dió un beso, uno por uno de esos fríos dedos. —¡¡¡AH, AH, AAAH!!!— Lo único que se escuchó además de sus horrorosos gritos eran los huesos sonar como nueces al ser quebradas. TRUAK, TRUAK, TRUAK, TRUAK, TRUAK...

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No pasó mucho en que se corriera la voz entre los empleados del reino acerca del reemplazo de Rou. Clear se encontraba en el jardín que solía ir para siempre encontrarse con Rou, se sentó ahí y lo esperó con una fuente de frutas dulces, acompañado de la pequeña Lizzie. —Frutas para él y el bebé, espero que les guste.— Dijo sonriendo. Esperó horas y horas, al día siguiente y al otro día y el otro a ése, se sentaba a esperarlo pero Rou nunca llegó. —¿Le habrá hecho algo el rey? Nunca se ausenta tanto.— No podía encontrar a Rou por el jardín, la única manera de encontrarse con él era dentro del palacio, pero una clase baja como él no podría entrar ni que quisiera. Rogó con sus superiores ser movido de lugar hasta que lo consiguió, uno de los guardias del rey había robado unos objetos valiosos y se deshicieron de él, fue entonces que Clear ocupó su lugar.

—¿Eres el nuevo?— Preguntó el guardia a su lado.

—Sí, señor.— Sin poder terminar la conversación o seguirla, la presencia de una persona frente a ellos los alertó, era aquél médico que anteriormente había atendido a Rou. El médico les dirige una mirada y acomoda su bolso para entrar a la habitación. —¿Le sucedió algo a el Rey?— Preguntó Clear esperando una respuesta, realmente le importaba saber si era Rou el que estaba en algún peligro.

—No, al rey no le sucede nada.— Dijo colocando sus guantes y esperando a que abran la puerta.

—Doctor, acompáñame adentro.

—Lo haré yo.— Dijo Clear abriendo la puerta a lo que él otro guardia accedió. Ambos entraron y la puerta se cerró detrás de ellos. La habitación era gigante y reluciente, había una cama enorme donde se encontraba Rou de rodillas con los brazos hacia arriba siendo sujetados por una soga que colgaba del dosel de la cama, su cuerpo volvía a estar cubierto de golpes y heridas abiertas, ahora combinados con huesos rotos.

—Rou, el rey me envió a curar tus heridas. Soy el médico.— Rou abrió apenas sus ojos inflamados tratando de mirarlo, Clear se acercó rápido a él e intentó desatar la soga.

—Yo no haría eso.— Mencionó serio el doctor.

—¿Qué dices? Él está en unas condiciones horribles, ¡no puede quedarse así!

—¡El rey lo dejó así y así tiene que quedar!

—No, él está en muy mal estado, podría afectar el embarazo.

  

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