9. Lo especial que eres.

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En una mañana, en aquél palacio, el rey se encontraba sentado en la cama recién despertando, con su mirada perdida en Rou, éste estaba sentado junto a la ventana, totalmente distraído tejiendo. —Buenos días.— El rey soltó esas palabras de entre sus labios, mientras esperaba respuestas le dejó una cálida sonrisa. Rou no respondió, es más, se limitó a ignorarlo, al ver tal acto se acercó a él y decidió abrazarlo, haciendo que este se sobresalte. —¿Por qué no dejas que una sirvienta teja lo que quieres?

Ésta vez Rou lo miró y le respondió, rompiendo con la ignorancia. —Estoy haciendo un regalo para el bebé, no tendrá las mismas intenciones si lo hace una sirvienta. ¿No crees?

—¿Y qué se supone qué es tú regalo?— Miraba sus manos en movimiento, sin perder de vista cada toque de sus dedos.

—Unos zapatitos.— El rey siguió observando parado a su lado por un tiempo, hasta que se cansó y cuando Rou pensaba que estaría solo, llegó con un pequeño banco de madera, adornado a mano del mejor artesano, con una suave almohadilla de plumas. Puso ése banco a su lado y se sentó. —Su majestad, si lo aburre puede irse. No debe fingir interés.

—No me aburres en lo absoluto, creo que eres impresionante.— Éstas palabras dejaron a Rou conmovido, bueno, por unos momentos.

—¿Había visto antes algo así?— Preguntó Rou deteniéndose para mirar el rostro del rey.

—¿Algo así?— El rey lo miró confundido ante sus palabras.

—Algo cómo yo, un hombre y una mujer a la vez.

Cuando el rey entendió a lo que se refería con sus palabras sonrió y acarició su mejilla. —Nunca lo vi u oí, pero eso no quiere decir que seas el único. Tal vez hay más como tú y se ocultan por vergüenza.

Rou se quedó mirándolo insatisfecho con su respuesta, pero tenía razón. No podía ser el único o ¿Si?
Grev entró a la habitación y se llevó al rey consigo. Decían algo acerca de la esposa del rey. Era lógico que empezarían a buscar una reina, una mujer con quién gobernar junto a su majestad en el trono. Luego de un largo tiempo haciendo el zapatito y aún sin terminar sus manos temblaban y sus dedos habían quedado duros. En eso que descansaba, escucha la puerta abriéndose, al volverse a ver se encuentra con aquellos ojos brillantes de un color celeste vivo.
—Clear, ¿Cómo es que tú...?

—El rey me ha enviado a estar a tus servicios, te sorprendería si te dijera todas las cosas que hago para estar cerca de ti.— Se acercó y le entregó un vaso de jugo junto a unas frutas.

—Gracias.— Dijo Rou sonriendo y acercó aquél vaso de cristal a sus labios. Clear sin siquiera disimular observó con deseo al joven, miró como el jugo que bebía, pasaba por su boca y como con dificultad, tragaba hasta perderse en el fondo de su garganta.  —Clear, ¿Sucede algo?— Preguntó mirando al contrario. Clear solo negó con la cabeza y luego soltó una risa.

—En éste momento, solo quería verte un poco más.— Se sentó a su lado, en el banco donde el rey se había posado. Rou observó al hombre a su lado, lo miraba casi como si Clear se fuera a desaparecer si él lo perdía de vista. Sus miradas se encontraron y con un sonrojo Rou tímidamente apartó su vista. —¿Por qué me ves tanto?

—Estoy grabando tu rostro en mí mente, por si no te puedo ver más tarde.

—Soy feo, no me mires tan fijo.— Rou cubrió su rostro con sus manos mientras reía avergonzado.

—No digas eso, eres la persona más hermosa que haya pisado esta tierra.— Clear sostuvo las manos de Rou serio, revelando su rostro sonrojado. —Estoy feliz, mí corazón se siente como si fuera a estallar cuando te veo. No quiero oír nunca más de esos bellos labios, esas horrendas palabras. No eres feo, las personas ni ésta tierra está preparada para hablar de lo único y especial que eres. Deberías mirarte con los ojos que yo te veo, eres hermoso.

  

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