III

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Lo primero que hizo Hyunjin nada más salió de la sala fue dar vueltas por los alrededores en busca de Jeongin. Bajó las escaleras principales corriendo y con el pulso acelerado palpitándole en los oídos. Saltó los escalones de dos en dos y atravesó el vestíbulo a toda prisa sin importarle los reclamos del pobre conserje del edificio a sus espaldas. Salió del edificio de los clubes y echó un vistazo con la mirada por los alrededores. El sol ya había bajado en el cielo y empezó a soplar un fresco viento que era señal del comienzo del otoño. No obstante, Jeongin parecía haberse esfumado de golpe, pues no había ningún indicio alguno de su presencia. Aun así, quiso explorar un poco más la zona para ver si tenía suerte y daba con él.

Y entonces lo vio. Mochila al hombro, cascos en los oídos y ritmo acelerado. Caminaba aislado del mundo por el sendero a través del césped verde e iluminado por la luz anaranjada del sol que comenzaba su descenso. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Pasaba desapercibido para todo el mundo, pero para Hyunjin era como una solitaria estrella en un cielo oscuro: brillante, única e imposible de ignorar. Fue a dar un paso en su dirección. Quiso seguirlo, quiso llamarlo para que se detuviera, pero no hizo nada de ello. Se quedó mirándolo encandilado por su luz mientras la exaltación iba evaporándose poco a poco de su cuerpo. De repente, acababa de despertarse y tomó consciencia de lo que le sucedía. Dejó que Jeongin se alejara cada vez más, observándolo solo desde la distancia, hasta que terminó por desaparecer de su vista.

El pánico lo empezó a invadir y las dudas se le fueron clavando como flechas a la espalda. No podía acercarse a él como si nada. No había nada que le garantizara que era la persona de sus sueños por muy idéntico que fuera a él. Moría porque fuera así, pero ni siquiera sabía si eso era posible. Por mucho que hubiera investigado jamás había encontrado una sola prueba de que dos personas pudieran encontrarse en sueños. Y, de ser posible, ni siquiera podía asegurar que lo recordara. Había más probabilidades de que Jeongin lo tomara por un loco que de que lo llamara por su nombre.

De pronto sintió mucho calor en el rostro y soltó un chillido que alertó a los pocos alumnos que quedaban por la universidad, aunque estaba demasiado inmerso en su mundo como para siquiera sentir vergüenza por el espectáculo. Se dio un par de palmadas en las mejillas con fuerza para alejar la sensación de agobio que lo empezó a consumir y se obligó a poner rumbo a la zona de la residencia universitaria. Demasiadas emociones en tan poco tiempo y necesitaba acostarse en su cama y asimilar lo sucedido.

Mientras caminaba reflexionó sobre cómo se comportó Jeongin durante la reunión: no hizo ningún amago por dirigirle la palabra, ni siquiera se fijó mucho en Hyunjin, y eso lo sabía a ciencia cierta ya que él sí que se había pasado toda la reunión examinándolo. Lo normal hubiera sido que se fijara un poco más en él si de verdad era el Jeongin de sus sueños y fuera consciente de Hyunjin, o eso supuso. Al fin y al cabo, esa fue su propia reacción. Por ello, el rumbo de sus pensamientos solo lo llevó a una única conclusión que no quería admitir: para él, Hyunjin no era más que una persona más. Un desconocido que formaba parte del club al que se quería apuntar. No una persona con la que llevaba años soñando. Eso hizo que Hyunjin comenzara a entrar en pánico. Aceleró el paso.

Y, por si fuera poco, resultó que Jeongin era el compañero de cuarto de Seungmin. Aquel del que había escuchado hablar pestes durante toda la semana. No pudo evitar pensar que, si ya sabía que no le haría gracia que se pusiera a hablarle de sus sueños, no quería ni imaginarse si encima decía que esta vez implicaba a su odiado compañero de cuarto.

Sin contar la vez en la que le pidió ayuda a su madre cuando era pequeño, la primera y única vez que Hyunjin le contó a alguien sobre sus sueños fue a sus mejores amigos. Estaban todavía en el instituto y tuvo que darle muchas vueltas antes de atreverse a decírselo. Iba a ser la primera vez que ponía en palabras los sentimientos que habían crecido en su interior hacia una persona que ni siquiera había visto nunca en la vida real y no sabía cómo se lo tomarían sus amigos.

ONIROS ┃hyunin, minsung┃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora