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La primera vez que soñó con él Hyunjin tenía diez años. Le gustaría decir que recordaba perfectamente cómo fue aquel primer encuentro, pero lo cierto es que no era así. En ese entonces no era más que un niño pequeño cuya principal preocupación era poder pasarse el nuevo videojuego que le habían comprado sus padres y pensó que no era más que un sueño como otro cualquiera. Un sueño un poco más nítido de lo habitual, pero no lo suficientemente intrigante como para preguntarse qué sucedió esa noche. Así que acabó metido en un baúl de viejos recuerdos y ya era demasiado tarde para saber dónde estaba la llave.

Pasó el tiempo y fue cuando el mismo sueño empezó a repetirse que le llamó la atención. Los sueños no seguían ningún patrón en específico: nunca sabía cuándo volverían a ocurrir, pero sí que en algún momento lo harían. A veces solo pasaban un par de días, a veces tenía que esperar meses hasta volver a soñar con él. Y entonces la curiosidad le picó. Incluso a una edad tan corta, Hyunjin se dio cuenta de que esos sueños tenían algo de especial que no era capaz de comprender. Y quería saber más.

Todos los sueños seguían un mismo patrón: en cuanto abría los ojos aparecía de pie en medio de una habitación vacía y brillante. Las paredes de un blanco impoluto estaban desnudas y no había ni un solo mueble que rellenara el espacio. Estaba completamente iluminada aun cuando no había ni una sola ventana o luces en el techo que la iluminase, tanto que llegaba a hacerle daño en los ojos. Lo único que destacaba en la habitación desierta era aquel niño. Parecía tener más o menos su misma edad, arrodillado con la espalda contra la pared y la cabeza escondida entre los brazos. El niño sollozaba sin parar, tan fuerte que incluso lo podía escuchar a pesar de que su voz se sofocara en el escondite que había creado.

En todos y cada uno de esos sueños, Hyunjin trató de acercarse a aquel niño. Sus gemidos de dolor se le clavaban en el pecho y, aunque no sabía muy bien qué hacer para ayudarle, se arrodilló delante de él y ladeó la cabeza con preocupación:

—¿Por qué siempre estás llorando? —alargó sus manitas hacia él para levantarle el rostro, pero el niño solo se encogió más en su lugar huyendo de su toque. El llanto provocaba que su pequeño cuerpo temblara a su ritmo mientras se abrazaba a sí mismo con temor, como si eso fuera lo único que podía hacer. Parecía tan roto y tan solo que incluso un niño pequeño como Hyunjin quiso hacer algo para consolarlo—. No llores. Llorar significa que estás triste y estar así no está bien.

Por mucho que lo intentara, el niño parecía estar en su propia burbuja irrompible en la que solo podía dejarse llevar por el dolor. Cada vez que pensaba en él y recordaba su llanto, Hyunjin sentía una opresión molesta en el pecho, pero no sabía qué hacer para ponerle fin. Todos sus intentos por conseguir que el niño dejara de llorar terminaban en fracaso. Probó todo lo que se le ocurrió: le habló de su juego favorito, pero fue como si le hablara a la pared; trató de agarrarle del brazo para que dejara de esconderse, pero solo hizo que el niño comenzara a llorar más fuerte; le contó el último episodio de su serie favorita y que había sido muy divertido, pero no pareció que eso le resultara gracioso. Sin ideas, lo único que le quedó fue pedir ayuda a alguien más, y eso fue lo que hizo.

La primera persona a la que le contó lo que le estaba sucediendo fue a su madre bastantes meses después de que comenzara a tener esos sueños. Reunió la valentía suficiente para pedirle consejo una tarde en la que su madre no tenía que ir a trabajar y se quedó en la casa cuidando de su hijo y aprovechando para hacer las labores del hogar. Hyunjin había estado muchos días pensándolo e incluso esa misma tarde, encerrado en su cuarto con una consola entre las manos, debatió consigo mismo si debía preguntárselo. No fue hasta que pasaron varias horas en esa indecisión que tuvo un fugaz rayo de valor y decidió salir a buscarla.

Asomó vacilante su cabecita por el marco de la puerta de la cocina y los mechones dorados del flequillo le taparon los ojos, así que los apartó con la mano y se los pasó por detrás de la oreja. A Hyunjin siempre le gustó tener el pelo un poco largo, aunque sus padres ya le habían dicho que era hora de ir a la peluquería a cortárselo para que no le molestase. Su madre estaba tarareando la canción que sonaba por la radio mientras fregaba los platos y movía las caderas al ritmo de la música. Hyunjin se quedó un buen rato mirando su espalda. En silencio, volvieron a asaltarle las dudas que lo habían carcomido toda la tarde y cuando quiso abrir la boca para llamarla no le salió la voz. Se arrepintió por un momento y quiso salir corriendo de vuelta a su cuarto, pero antes de que pudiera hacerlo la voz de su madre lo sacó de su lucha interna:

ONIROS ┃hyunin, minsung┃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora