XXI

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El tema no volvió a surgir en su conversación. Se quedó flotando en el aire, como un fantasma que agriaba el ambiente, o al menos esa era la sensación que tenía Hyunjin. De hecho, fue incapaz de quitarle los ojos a Jeongin a partir de ese momento. Analizó sus gestos y movimientos y tuvo cuidado de que sus palabras no condujeran de nuevo a aquel tema, pero él no volvió a mostrar reacción alguna. En cuanto se calmó, se cerró a cal y canto bajo una expresión impasible y volvió a las respuestas monosilábicas que había dado hasta entonces. Estaba allí presente, pero parecía que su mente se había marchado muy lejos.

En momentos como ese, Hyunjin se daba cuenta de lo de quebradizo que podía ser. No es como si no lo supiera de antes, en realidad. Jeongin era una frágil flor de cristal que podía arañarse con el más mínimo roce y, por eso, sentía la imperiosa necesidad y obligación constante de protegerlo para que evitar que acabara convertida en mil pedazos. Amaba verlo sonreír y deseaba con todo su corazón que su sonrisa fuera para siempre. No obstante, muy en el fondo, oculto en un rincón lo suficientemente alejado para ignorarlo, sabía que detrás de su sonrisa seguía estando ese dolor incesante. Heridas tan difíciles de curar, que afloraban en momentos de debilidad y que se llevaban a su paso la alegría que Hyunjin se estaba esforzando en construir a su interior.

Después de terminar de comer recogieron los platos entre todos para llevarlos a la cocina y limpiarlos. Su intención era subir al cuarto con Jeongin para prepararse para acostarse. Quizás ver una película o, simplemente, pasar el tiempo juntos hasta que pasaran las horas y les comenzara a dar sueño. Sin embargo, su madre le chistó para que se acercara a ella antes de que pudiera hacerlo, por lo que le hizo un gesto con la cabeza a Jeongin para que se adelantara. Él lo hizo y subió solo a su habitación, sumido en un completo silencio.

―¿Jeongin tiene problemas con su familia? ―le susurró directamente en cuanto se aseguró de que Jeongin ya había desaparecido por las escaleras―. Creo que metí la pata al mencionarla mientras estábamos cenando. No parecía muy feliz de que hayamos hablado de Busán.

Hyunjin negó. Siendo sinceros, él no sabía prácticamente nada sobre el pasado de Jeongin en su ciudad natal. En los sueños nunca se atrevió a contarle sobre su vida y, a pesar de que desde que se encontraron en Seúl comenzó a mostrar sus pensamientos poco a poco, lo cierto era que jamás fue lo bastante específico como para que le pudiera dar una respuesta convencida a su madre.

―No lo sé ―le dijo―. A Jeongin no le gusta hablar de sí mismo, así que nunca me ha dicho nada. Sé... Sé que algo tuvo que sucederle, pero no el qué con exactitud. Solo espero que algún día confíe en mí lo suficiente como para atreverse a contarme qué le hizo tanto daño.

―Pobre chico... Es tímido, pero se ve que es un buen chaval. La vida es tan cruel con la gente que no se lo merece ―su madre chasqueó la lengua y puso cara de tristeza. Se cruzó de brazos sin soltar el trapo para secar la loza que llevaba en las manos y miró fijamente a los ojos de su hijo con expresión seria. Tan seria que Hyunjin tuvo que tragar saliva y contenerse para no bajar la cabeza, intimidado―. Ten cuidado con hacerle daño. Las personas que ya han sido lastimadas son las que peor lo pasan cuando las hieres. Ya conocen lo que es el dolor, así que les aterroriza volver a pasar por lo mismo.

―Lo sé, mamá. Jamás le haría daño a Jeongin. Lo amo tanto que nunca sería capaz de hacerlo.

―Pero por mucho que amemos a alguien a veces es inevitable lastimar al otro. Lo importante es que seamos responsables de nuestras acciones y pongamos de nuestra parte para solucionarlo.

A Hyunjin no le gustó lo que le decía su madre, aunque asintió como si ya supiera lo que le estaba diciendo. Sin embargo, en su cabeza se repitió que jamás dejaría que eso sucediera. Él quería hacer feliz a Jeongin, no ser la causa de su sufrimiento. Movería cielo y tierra para sanar sus heridas y nunca permitiría que aparecieran más, mucho menos por su culpa.

ONIROS ┃hyunin, minsung┃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora