XXV

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Ni siquiera tuvo que abrir los ojos para saber que estaba de nuevo en un sueño. La sensación de su cuerpo flotando, perdido en el más allá de sus sueños, en el limbo de la habitación blanca que en tantas otras ocasiones había visitado, no era comparable a nada que Hyunjin hubiera experimentado en otro lugar. Podría reconocer el efecto que tenía la habitación sobre él incluso aunque tuviera los ojos cerrados, pues se había dedicado en cuerpo y alma a entenderlo.

Sin embargo, algo no estaba bien. Precisamente porque se había pasado media vida obsesionado, analizando cada centímetro de aquella habitación, supo que en esa ocasión había algo extraño. El suelo palpitaba bajo sus pies, inquieto, y las paredes blancuzcas y nebulosas se removían a toda velocidad, creando remolinos de humo que generaban figuras que no era capaz de reconocer.

—Jinnie —lo llamó Jeongin en cuanto lo vio aparecer. Estaba agachado en el centro de la sala frente a algo que no consiguió distinguir, pero que parecía estar examinando con esmero.

Levantó la mano en su dirección para que se acercara, a lo que Hyunjin obedeció de inmediato con el corazón golpeando con fuerza en su pecho. Mientras se acercaba y con un simple vistazo, se percató de cómo las paredes de humo se revolvían hacia arriba, como si quisieran derrumbarse sobre ellos. En ningún momento, de todas las veces en la que visitó aquel lugar en el pasado, la habitación había estado a punto de desmoronarse como parecía hacerlo en aquel preciso instante. Sabía que era un espacio delicado, sujeto a reglas específicas que la hacían pender de un fino hilo, pero siempre procuró respetarlas con sumo cuidado.

Tragó saliva. El equilibrio de la habitación siempre se mantenía al menos al principio, por lo que llegar en aquella situación le hizo preocupar. No entendía qué podía haber ocurrido para que la armonía se hubiera roto tan temprano.

—¿Qué está pasando? —le preguntó al llegar a su altura. Se agachó junto a él, sin dejar de observar a su alrededor.

—No lo sé. Cuando abrí los ojos la habitación ya se estaba derrumbando —le explicó. Después, señaló con uno de sus dedos lo que había estado observando desde antes de que Hyunjin llegara y abriera los ojos para buscarlo—. Y también esto estaba cuando llegué. Es la primera vez que aparece algo en la habitación que no somos ni tú ni yo, ¿verdad?

Entonces, Hyunjin prestó atención a lo que le estaba señalando. No era ningún experto en flores, pero no tuvo problemas para identificarla de inmediato. Era una amapola de color rojo, como las que su madre tenía plantadas en el jardín de su casa. Parecía que la habían arrancado hacía ya mucho tiempo, pues el tallo había perdido su color verde brillantes y las hojas, bastante mustias, lucían resecas y ásperas. Le faltaban varios pétalos y las pocas que le quedaban se convertían con el paso de los segundos en un polvo cobrizo que se evaporaba en el vacío de la habitación.

—¿Qué hace esta flor aquí? —murmuró, más para sí mismo que en busca de una respuesta. Alargó la mano de forma inconsciente para tocarla, pero Jeongin lo detuvo tomándolo de la muñeca con rapidez.

—No la toques. Empezó a convertirse en polvo cuando lo hice antes —le advirtió. Hyunjin abrió la boca con sorpresa y retiró la mano a toda prisa, como si le hubiera empezado a quemar el aire—. No entiendo qué está sucediendo, pero tiene que haber un motivo. Algún significado, no sé. El problema es que no se me ocurre qué metáfora puede representar una amapola.

Hyunjin estaba confundido, pero asintió con la cabeza, de acuerdo con él. Los sueños eran extraños, muchas veces inexplicables, pero nunca se salían de su patrón predefinido. Si esa vez estaba tan inestable desde un inicio, entonces tenía que haber algún motivo que lo explicase.

Ahora bien, no tenían tan claro a qué se podía deber. La última vez que se vieron en sueños, haría como poco más de dos meses, no había sucedido nada extraño. Tan solo se dedicaron a hablar hasta que pasaron las horas y la habitación los expulsó como siempre ocurría. Ni siquiera fue por un elemento externo que los despertara de golpe o porque ellos hicieran algo dentro del sueño que rompiera la paz de la habitación, sino simplemente porque se les consumió el tiempo que el destino o lo que fuera les concedió para estar juntos aquella vez y se despertaron sin ningún tipo de violencia o brusquedad. Nada extraño, nada alarmante, y, por esa razón, no entendía por qué ahora era tan inestable y voluble.

ONIROS ┃hyunin, minsung┃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora