30. Inseguridad

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No estoy segura de si debería arreglarme mucho para la cena en casa de Kai. Como el define a su madre parece una persona estricta.

No quiero que me conozca y piense que desmerezco a su hijo. La verdad es que no entiendo por qué tengo que conocerla si aun no hemos llevado ni dos días de relación, pero quiero gustarle.

En mi casa rebusque el armario de Tania. Al final, escojo un vestido amarillo de flores blancas que me llegaba hasta la rodilla, la falda era amplia y me puse unas zapatillas blanca.

Después me maquillo un poco. Solo un poco, no tanto porque no sirvo para ello.

Solo me pongo brillo de labios.

Le muestro el conjunto a Diana y dice:

—Pareces un girasol.

—¿En el buen sentido?

Diana asiente.

Y después de aquello me dirigí a su casa. Empezó el dramón con la señora Clarke y aquí estoy. Me conecte a internet y comprobé que tenedor va para cada plato, por si acaso.

Es extraño. Sentada a la mesa de la cocina de Kai me siento como si experimentase la vida de otra persona. Resulta que la madre de Kai ha preparado comida tradicional, así que no hacía falta que me preocupase por los tenedores, si no por algo mucho más aterrador lejos de Latam.

Palillos.

Kai me contó que dividieron costumbres ya que a su padre le da dolor de cabeza tanta tradición. Conservaron los sábados de comida coreana, la costumbre de quitarse los zapatos al entrar y año nuevo chino....y etcétera.

Había fotos de Kai con sus hermanas colgadas en la pared de madera. En la cocina todo parecía ordenado, y me lleve la sorpresa de que la mamá de Kai es sumamente agradable.

No para a de llenarme el plato de ensalada y arroz, pero por cuestión a su limpieza me dejó comer con tenedor al darse cuenta que no sirvo con los palillos.

En una oración, la pescó mirándome con una sonrisa tierna en la cara. Cuando sonríe, se parece a Kai.

Me lleve una sorpresa cuando veo al hermano pequeño de Kai, que es el último que planean tener según la mamá.

—No más hijos, he dicho—aseguro su mamá—. Ya tenemos los suficientes para explotarlos.

—Perfecto. Esta familia ya es lo suficientemente grande—dijo Kai poniéndome carne en mi plato. Miró a su padre—. ¿Quedó claro?

—¿Que?—su papá se encoge de hombros—. Hacer hijos es trabajo en equipo.

—¿Porque?—pregunto Owen. Tiene doce años. Es como Kai en chiquito, pero no habla tanto como el. No tiene esos aires de confianza como el.

Todos los miran y Kai sonríe maliciosamente.

—Oh, esto se pondrá bueno.

Su mamá miró a su padre esperando que le respondiera.

—¿Porque yo?—le pregunto—. Yo nunca le conté a Kai ni a sus hermanas.

—¿Y como le fue a Layla?—pregunto Kai, sonriendo—. Estoy casi seguro que tiene tres hijos y un perro.

—Kai—le dijo su mamá—. ¿Que te dije de expresarte así del esposo de tu hermana?

—¿Y de dónde está el trabajo en equipo de los bebés?—insistio Owen aún interesado.

—Vienen de la semilla que plantamos en el jardín—contesto su mamá antes de ponerle más comida en su plato.

—¿Si plantó una semilla en el jardín tendré otro hermano?

La última paradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora