Los padres de Josh se pelean mucho. Se que no es normal porque....mis padres pelean, pero no tan fuerte como los de Josh.
Nuestras casas están tan cerca que a veces los oigo si tengo la ventana abierta. Las peleas suelen comenzar por alguna tontería, la señora Manson se deja la puerta del coche abierta y la batería se agota, pero acaban subiendo el tono, y entonces el señor Mason trabaja demasiado y es egoísta por naturaleza y no está hecho para tener familia.
Cuando las cosas se ponen feas, Josh viene a casa. Cuando éramos pequeños, se escabullía en pijama con su almohada y se quedaba hasta que su madre venía a buscarlo. Es algo de lo que no hablamos. Puede que Tania y él sí, pero él y yo, no.
Lo máximo que ha comentado es que a veces desearía que se divorciaran para que todo eso acabase de una vez. Pero nunca lo hacen.
Esta noche los estoy oyendo. Los he oído otras noches desde que Tania se marchó, pero esta noche es una pelea especialmente dura. Tan dura que cierro la ventana. Reúno mis deberes, bajo al salón y enciendo las luces para que Josh sepa que puede venir si quiere.
Media hora después, llaman a la puerta. Me envuelvo en una manta y abro.
Es Josh. Me ofrece una sonrisa avergonzada.
—Hola. ¿Puedo quedarme un rato?
—Claro que puedes. —Dejo la puerta abierta y regreso al salón arrastrando los pies—. Cierra el pestillo.
Josh se pone a ver la tele y yo hago los deberes. Estoy subrayando mi libro de historia cuando Josh me pregunta:
—¿Presentarás el vídeo final de tu vida en el auditorio?
—No. ¿Por qué iba a hacerlo? —respondo, cambiando de rotulador.
La simple idea de exponer mi vida en público delante de otras personas me da dolor estomacal, y Josh lo sabe.
—Porque tus cortos son increíbles y si es de tu vida eso sería más increíble—dice Josh, cambiando de canal.
—Gracias; pero no, gracias —le respondo con una sonrisa.
—¿Por qué no? Quedaría bien en tus solicitudes para trabajos.
—Tampoco es que vaya hacer de mi vida una película, Josh.
—No te morirías por salir de tu zona de seguridad —me provoca, estirando los brazos detrás de la cabeza—. Mira a Diana. Está en la punta de su pastel.
—No soy Diana.
—No digo que tengas que tengas que quemar la cocina. Se que no lo harías nunca. Eh, ¿Y si haces algo de comité de honor? ¡Te encanta juzgar a los demás!
Le pongo una mueca.
Si, pero no.
—O....no sé, solo digo que tú mundo debería consistir en algo más que leer en tu cuarto, hacer tareas y dar vueltas con el guapo de tu novio.
Dejo de subrayar a mitad de frase.
¿Tiene razón? ¿De verdad mi mundo es tan pequeño? ¡Tampoco es que el suyo sea tan grande!
—Josh —empiezo, pero me detengo porque no sé cómo terminar la frase. De modo que en su lugar, le arrojo el rotulador.
Le rebota en la frente.
—¡Eh! ¡Me podría haber dado en el ojo!
—Y te lo habrías merecido.
—Vale, vale. Sabes que no lo decía con mala idea. Yo sólo digo que deberías darle a más gente la oportunidad de conocerte. —Y me señala con el mando a distancia—. Desearía poder saber más de ti, por eso quería que subieras ese corto y le dieras una patada en el culo a los desatalentados de tus compañeros.
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La última parada
AléatoireAshley Donelly es una chica que siempre ha pasado desapercibida, pero no para Kai. Conocer a un chico en un tren puede ser pura suerte, volverlo a ver una y otra vez es algo más que solo suerte. Más cuando aquel chico es la persona que cautivo a Ash...