15. ¿No te gusto?

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—Así que... —la doctora Mendoza alias, la loquera me dedicó una sonrisita cómplice—, tu relación con Kai ha avanzado

Mi mueca fue empeorando a medida que hablaba.

—No hay ninguna relación que pueda avanzar.

—Muy bien —me concedió—, pero sabes que el que un chico haga eso por ti significa algo...¿No?

—¿Que ama....a una escritora tanto como yo?

—Ashley.

—Lo sé—suspire, rindiéndome ante la situación.

—¿Entonces qué sucede?

—Cuando....dejas que más personas entren a tu vida, más personas pueden lastimarte.

—¿Tienes miedo?

Asentí con la cabeza.

—¿De qué te lastime?

Sacudí la cabeza.

—De lastimarlo—corregí.

—Kai parece un buen amigo—comentó, mirándome—. Por lo que me has contado.

—Lo es.

—El otro día me dijiste que no le cuentas a nadie de tu familia o amigos cómo te sientes.

Oh, ya sabía por dónde iría la cosa. La mire como a la caca de caballo que es y conteste:

—No lo hago —murmuré.

—¿Y qué hay de Diana? Parece que tienes mucha confianza con ella.

—Sí, pero...

Pero no quería que se pensara que estaba loca. Puse una mueca, buscando palabras más suaves para explicarlo.

—Las personas estás ocupadas con sus problemas como para se preocupen por los míos.

—Pero...¿De verdad crees que ella estaría ocupada para ti?

Me encogí de hombros, mirando mis manos entrelazadas en mi regazo. No quería, no.

—Ashley.

—Diga—suspire.

—No puedo ayudarte si no eres honesta.

—Estoy siendo lo más honesta posible.

—Pero no estás siendo honesta en su totalidad—dijo ella acomodando sus lentes.

Rodé los ojos.

—Según usted, ¿Qué me falta decirle?

—No quieres decirle porque a nadie porque a tus ojos, eres Tania—dijo sin filtros—. A tus ojos crees que tienes que ser ella, tienes que guardarte los problemas, resolverlos sola, pero tú no tienes porque ser así.

—Es que....—trague grueso—. A los ojos de todos soy Tania.

—¿Y a tus ojos quien eres?

—Ashley—respondí sin problema—. No puedo creer que este compartiendo mis penas con alguien cuya tarifa es más costosa que un auto.

—Mierda.

—No digas groserías frente....—me calle de golpe casi cubriendo mi boca. Fue algo instintivo, como un reflejo—. Yo, yo...yo...

—Bien—la loquera apunto algo antes de volver hablar—. ¿Todavía tienes problemas para dormir?

—No, ya no son constantes.

—¿Y las pesadillas?

—A veces.

—¿A veces cuanto es?

La última paradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora