37. FINAL

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La mañana de la fiesta, bajo la escalera a las diez pasadas, y los demás ya llevan horas trabajando. Diana es el chef y papá es su asistente de cocina. Le tiene cortando cebollas y apio y lavando ollas.

—Ashley, necesito que limpies el baño de abajo y que friegues y ordenes el salón. Cariño, tú te ocupas de la decoración.

—¿Podemos desayunar primero? —pregunto, ante la pregunta de papá.

—Sí, pero date prisa —contesta mientras amasa las galletas.

—Yo ni siquiera quería celebrar la fiesta y ahora me tiene limpiando el lavabo. ¿Cómo es que te ha tocado el trabajo bueno? —le susurro a mamá.

—Porque soy la mamá y tengo poder —contesta, y se sube al banco de la barra del
desayuno.

Diana se vuelve y dice:

—¡Había que limpiar el baño de todos modos! Además, valdrá la pena.

Hace mucho que no celebramos una fiesta recital. Papá, necesito que vayas pronto a la tienda. Necesitamos crema agria y una bolsa grande de hielo.

—A sus órdenes, mi capitán —se cuadra papá.

El único de nosotros al que no pone a trabajar es a Josh, el está sentado en su sillón como príncipe viendo a sus plebeyos hacer el trabajo.

Llevo una pajarita de cuadros escoceses con una blusa blanca y una falda tartán. Leí en un blog de moda que mezclar estampados de cuadros se lleva mucho. Voy a la habitación de mamá para suplicarle que me trence el pelo, pero cuando me ve, arruga los labios y dice:

—Eso no es muy atractivo.

Frunzo el ceño.

—¿Perdona? ¡No intentaba parecer atractiva! Intentaba parecer festiva.

—Bueno... pareces una camarera escocesa, o puede que un barman en un bar de Brooklyn.

—¿Tú qué sabes de los bármanes de Brooklyn, mamá? —replico.

Me lanza una mirada fulminante.

—¿Es que no ves la HBO?

Mmm. Parece que tendremos que poner algunas restricciones en la tele.

Mamá va a mi armario y saca un vestido rojo de punto con la falda de vuelo. Es el vestido de Tania, no sabía que aún existía, pensé que ella lo había quemado.

—Ponte éste. Es navideño, pero no te hace parecer un elfo.

—Vale, pero me pondré un broche de bastón de caramelo.

—Vale, ponte el broche. Pero déjate el pelo suelto. Sin trenzas. —Le ofrezco mi mejor cara de pena, pero sacude la cabeza—. Te rizaré las puntas para darle un poco de cuerpo, pero nada de trenzas.

Enchufo el rizador y me siento en el suelo con Jamie el gato de Josh, y mamá se sienta en la cama y me divide el pelo en secciones. Enrolla el pelo en el rizador como una verdadera profesional.

—¿Va a venir Josh a la fiesta? —me pregunta.

—No estoy segura.

—¿Y Kai?

—No viene.

—¿Por qué no?

—No puede.

No lo he llamado, y tampoco a él a mí y así serán las cosas. Necesito pensar, ni siquiera entiende lo que hizo y no se arrepiente porque si fuera así, habría llamado.

Me llegó miles de mensajes de mis compañeros que me decían: Lamentamos tu perdida. Eh, el vídeo estuvo increíble. No sabíamos que tenías cáncer de ser así nunca.....

La última paradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora