24. Primera borrachera (SALE MAL)

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Ya llevaba dos semanas enteras sin ver a Kai. No sabía si sentirme complacida, sorprendida o decepcionada. Y no sabía si se sentía complacida, sorprendida o decepcionada.

No sabía nada esos días. La mitad del tiempo se sentía como si ni siquiera me conociera a mi misma.

Estaba segura de que había tomado la decisión correcta al no ser su novio. Eso lo sabía en la cabeza, y aunque suspiraba por aquel chico, lo sabía también el como terminaría.

Recordar aquel chico que sufrió demasiado a causa de ir a ver a la persona que quería al hospital hasta que ella no aguanto más y corto lazos por el. Pero por la nota que encontré de Josh, parece que yo no conocía a Tania cómo crei.

No la conozco o al menos eso me hacer sentir. Y aunque lo intentara no podía lamentarlo; el recuerdo era preciosísimo. Pero eso no significaba que debiera volverlo a hacer.

Pero si estaba tan segura de que había hecho lo correcto, ¿por qué me dolía tanto? Se sentía como si el corazón se le estuviera rompiendo perpetuamente. Cada día se le desgarraba un poco más, y cada día se decía que el dolor no podía empeorar, que su corazón ya había acabado de romperse, que ya estaba total y absolutamente roto, y sin embargo cada noche lloraba hasta quedarme dormida.

Y cada día se sentía peor.

Josh llegaba a mi casa y mi mamá le decía que estaba en mi cuarto. Sabía que las paredes eran delgadas, lo suficiente como para que el supiera que estaba llorando.

—Podrias simplemente salir de tu cuarto o hacer algo más que llorar, Ash, ¿Como contarme qué te hizo ese maldito?

¿Que me hizo?

Nada.

Eso.

—¿Vas a presentar tu corto a la exposición de tu universidad?

—No—alcanzo a contestar—. Es sobre mi vida y mi vida es algo que no debe gustar.

—Si no lo mandas nunca lo sabrás, pasarás tu vida encerrada en tu cuarto hasta que finalmente te instalen en un asilo.

Dejo de subrayar a mitad de frase del libro que leía. ¿Tiene razón? ¿De verdad mi mundo es tan pequeño? ¡Tampoco es que el suyo sea tan grande!

—Josh —empiezo abriendo la puerta, pero me detengo porque no sé cómo terminar la frase.

De modo que en su lugar, le arrojo el rotulador.

Le rebota en la frente.

—¡Eh! ¡Me podría haber dado en el ojo!

—Y te lo habrías merecido.

—Vale, vale. Sabes que no lo decía con mala idea. Yo sólo digo que deberías darle a más gente la oportunidad de conocerte. —Y me señala con el mando a distancia—. Si te conociesen, te querrían.

Suena como si estuviese dando algo por sentado.

«Josh, me rompes el corazón. Y eres un mentiroso. Porque me conoces casi mejor que nadie y no me quisiste en su momento».

Ridículo.

Después de aquello el me pidió que fuéramos a comer. Solo el y yo, como los viejos tiempos.

Excepto por el hecho de que los viejos tiempos incluían a Tania.

Supongo que éstos son los nuevos tiempos. Quizá no sea completamente malo. Lo nuevo puede ser bueno.

—OK, pero pediré un sándwich de queso para mí sola porque siempre acaparas más de la cuenta.

Josh sonrió y asintió.

—Trato hecho.

Nos sentamos en nuestro reservado junto a la máquina de dulces. Me preguntaba que estaría haciendo Kai, Dios, deja de pensar en el.

Sacudí la cabeza diluyendo esos pensamientos.

Alargo la mano para que me dé monedas. Otra tradición de Ashley y Josh. Josh siempre me da monedas para comprar chicles de la máquina. Es porque siempre lleva montones encima para pagar el peaje y yo nunca llevo porque no soporto el cambio.

Compré dos chicles y le di el rojo a Josh. No me di cuenta que me quedé con el azul, lo metí a mi boca para empezar a masticar con fuerza hasta hacerlo pedazos.

La última paradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora