34. Cerrando ciclo

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Tanto Kai como yo miramos a León de reojo. Él está intentando doblarse sobre sí mismo, tumbado de espaldas.

Entrecierro los ojos.

—¿Se puede saber qué haces? —pregunto.

Él se detiene y suelta un suspiro lastimero.

—Abdominales.

—Abdominales —repite Kai, poco convencido—. ¿Alguna vez habías hecho un abdominal?

—Pues claro que sí. En gimnasia, en el instituto. Hasta que dejé de ir a clase.

Vuelve a intentarlo y yo contengo una sonrisa cuando veo que se pone rojo del esfuerzo.

—Oye, León, no creo que los abdominales funcionen así del todo —intento decirle tan suavemente como puedo.

—Definitivamente, no son así —confirma Kai.

—¿Y ustedes qué saben? —protesta él, poniéndose de pie.

Al parecer me acabo de enterar que hay veces donde León duerme con mi novio. Ahora veo que la amenaza no es Sam, si no su mejor amigo.

Es una pena.

León se cruza de brazos a la defensiva, mirándonos.

—¿Por qué quieres hacer ejercicio ahora, de repente? —pregunto, curiosa.

—Para que tu amiga vea lo bueno que estoy dado que Kai dijo que le gustó—pone los
ojos en blanco—. Oye, ¿tú no podrías hablar con ella y convencerla de que...?

—Yo no pienso meterme en eso —aseguro enseguida fulminando con la mirada a Kai el cual estaba silbando muy tranquilo.

—Oh, vamos, Ash, te estaría taaaaaan agradecido si...

—Lo siento, León.

—Pero es que te estaría taaaaaaaaaaaaaan agradecido...

—Que te ha dicho que no, pesado —le dice Kai.

León vuelve a enfadarse.

—Y yo creyendo que con novia empezarías a dejar esa amargura interna....

—Tú eres mi amargura.

—¿Te parece normal llamar amargura a tu mejor amigo?

—¿Mejor... qué?

—Si sigues así, Kai, nuestra amistad no va a durar mucho más.

—Entonces, quizá debería dejar que fueras caminando a tu casita —él enarca una ceja.

León pone una mueca y lo piensa mejor.

—Bueno, me callo.

—Sí, mejor.

—¿Y cuándo nos vamos? Va a empezar el programa y te recuerdo que ahora si no puedes hacerme el avión....

Kai suspira y se pone de pie. Lo miro de reojo cuando hace un gesto a León.

—Venga, vamos.

Él sonríe ampliamente y va directo hacia la puerta. Yo sacudo la cabeza y los sigo. León ya está por las escaleras, pero Kai se detiene un momento para inclinarse hacia mí y darme un beso en los labios.

—Nos vemos mañana—le digo.

—Acuérdate de que vamos a esa terapia no sé qué.

Pongo una mueca.

—...o no.

—...o sí.

—Ya lo veremos.

—No, Ashley, vamos a ir.

La última paradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora