II

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Mi madre permanecía con los brazos en jarras,obviamente molesta porque no le avisé dónde me encontraba.

Mi tío me miró diciendo en código «estás metida en problemas, jovencita». Le sonreí nerviosa.

Miré mis zapatillas y luego intercale miradas en ambos. Mordí sutilmente el interior de mi cachete. Mi madre duró más de dos horas regañando la forma tan inmadura de mi forma de ser,no le respondí,ella tenía razón en todo lo que me decía. Era inmadura al mentirles que iría a la biblioteca,que mis notas no iban de picada cada día. Que la relación que tenía,que no era una relación como tal, estaba sufriendo la inmadurez.

—Muero de hambre.

Los ojos de mí tío brillaron gustosos de haber sido yo quien sacara el tema.Mi madre relajó su semblante, y negó en desacuerdo. Ella sabía lo que hacía perfectamente.

—Cámbiate, Lizzie —caminó en compañía de mi tío a la pequeña mesa ovalada.

Mi casa no era tan grande, lo suficiente como para vivir dos personas. Algo para las personas de clase media,cabe resaltar. Las calles quizás no eran las más cuidadas,habían grieta en algunos departamentos desalojados,como muestra de ello; el departamento de enfrente, uno donde por las malas lenguas, alguien estaba invirtiendo en su remodelación.

  Pasé el corredor angosto de tres puertas, llegando al último donde permanecía una hermosa ventana, dejando una vista del departamento vecino y el pueblo. Retiré con pesar mis zapatillas, dando un último vistazo al lugar. Me deshice de mi ropa, escogiendo una  sudadera grande de color negro, y un shorts caqui.Salí descalsa del cuarto, improvisando un moño en el camino.

—Te quiero mucho, pequeña rufián. Cuida de tu madre —fue lo poco que pude escuchar de mi tío al salir de la estancia.

  Miré a mi madre, tenía ojeras evidentes, que ni con un kilo de maquillaje se le quitaría. Sus ojos se veían cansados, pero trataba de demostrar lo contrario.

—No duermas tarde, Liz —fueron sus palabras al ir a su cuarto.

   Miré la ensalada de frutas que reposaba en el delantal.

—A comer sola —dije al pasar algunas frutas con facilidad—,otra vez.

                     (***)

—¿ Cuándo vas a aprender, niña?

—Apenas son las 6—me quejé acurrucando mi cuerpo aún más.

   Las sábanas fueron retiradas de mi cuerpo, y abrió las cortinas dejando colar algunos rayos de sol. Miré el reloj en la mesita de noche,me quedan sólo 20 minutos para llegar a mi destino,no me daría tiempo de comer,ni de tomar el bus.

Me fuí a bañar,y salí cinco minutos después. Causé un revuelo buscando algo cómodo. Pero mis tres neuronas no ayudaban, permanecía adormecidas.

    Me decidí por un pantalón de tiro alto; rasgado de las rodillas de color gris. Camisa manga corta negra y unas zapatillas deportivas.

—Me voy mamá —alcancé mi bolso en el perchero. Y cuando casi me iba, mi madre me interceptó.

—¿ Te tomaste las pastillas?— cuestionó mirándome detenidamente.

—¿ Hablas de las tabletas amargas que se encuentran en la mesita de noche en mi habitación?—respondió con un
«ajá.»

—No—expuse queriendo volver.

Estiró la cajita. Me tragué una;el sabor amargo recorrió mi paladar,cogí una manzana y una botella de agua para el camino.

Salí a toda velocidad como flash.

   Bajé los 40 escalones porque el elevador decidió dañarse justo hoy. Salí como alma que lleva el diablo;cruzo por la acera de la residencia,camino más de dos kilómetros cuando diviso la panadería y más allá el cementerio.Cuando estaba por doblar la esquina del cementerio, tropecé con algo muy grande.Mi visión era borrosa.

Los lentes,mi alma. Mis lentes.

  Bufé recogiendo mi bolso y un cuaderno que traía,mis lentes se resquebrajaron por el impacto en el asfaltos.

—¿ Estás bien? —preguntó amable un señor que tendría al menos unos cuarenta y algo.

—Si-í, disculpe. No lo ví, voy tarde a la preparatoria —balbuceé rápido,queriendo  retomar el camino.

—Ven, yo te puedo llevar —miré el reloj de mano que traía. No tenía tiempo para ir caminando, pero irme con un desconocido no era una opción.

—Creo que... es muy lejos. Queda a 4 cuadras de aquí —le miré apenada.

—Sube, no te haré nada. Yo voy cerca de ahí —me sonrió abriendo el asiento de copiloto—.Entra.

  Obedecí rezando que no me pasara nada. Es una locura subirme con un desconocido,pero aquí todo es seguro,así que no muy convencida entro abrochando el cinturón,jugueteando un poco con mi celular.

El hombre moreno de ojos marrones,movía los dedos en el volante. Sabía que le había visto antes,pero de dónde. Lasmirs es un pueblo lo suficientemente pequeño como para saber de todos.

   Poco tiempo después, llegué a la preparatoria de San Marcus. Le agradecí muchas veces a este salvador inoportuno.Pasé el camino de asfalto con césped a mi alrededor. Cuando di el tercer paso,me fijé que la Srta. Higgins estaba por cerrar las puertas.Cosa que tendría consecuencias a lo largo del día.

—Kennedy, llegando tarde—optó una pose dura. Estremeciendo a mi pobre y frágil corazón. Me había visto,y no era la persona que a ella más le agradaba—.Sabe qué significa.

  Mis latidos fueron incrementando al posarme ante su atenta mirada.

No me mires, das miedo.

Disculpe, la alarma...— cortó inmediatamente mis palabras.

—Luego hablaremos,vaya a su clase.

  Me adentré por completo, dirigiéndome a clases de historia. Suspiré con alivio al no ver al prof.  Algunos  me saludaron en el camino,las pocas que no se enteraron de lo que pasó meses atrás. Y así tenía que ser,el gremio de populares sonrieron al verme;devolví su acción,en las historias los populares son despreciables. Sí,no es como si son del todo santos,pero gracias a Alex y Alec pude ser tratada como una más,una chica común en su grupo.

Me senté ordenado mis pertenencias.

  ¿Sabes el momento donde llega alguien nuevo,y todos los miran con admiración o simple curiosidad?¿ El momento donde empiezan los murmullos y la presentación de los ingresados? Eso estaba pasando, lo primero en pasar por esa puerta,fue una chica,y no cualquier chica. Era morena y con algunos rulos sobresaliendo de su coleta. Me llevaba unos cuantos metros de altura,poseía un cuerpo delgado; pero no uno desagradable, ojos marrones, cejas pobladas y una perforación en la nariz.

  La chica recorrió todo el lugar,hasta que su mirada se quedó atrapada con la mía.

Este sería el momento más cliché de mi vida,la estaba viendo,ella también lo hacía,quise evitar contacto visual.Pero para qué hacerlo cuando de pequeñas compartimos algunos momentos, y algunos secretos.

—Es un gusto presentarles a los Kartney.

Luego de eso,un chico alto pasó detrás del profesor y también me miró,pero tan pronto nos vimos,apartó la mirada con superioridad.

¿ Presa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora