Capítulo 16. Parto

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La epidural fue una bendición para ese punto, ya no sentía las doloras contracciones, tan solo sentía la tensión en el vientre que se endurecía cada vez con más frecuencia. El enfermero revisaba cada hora y cerca de seis horas después tenía siete centímetros de dilatación, le dijeron que estaba dilatando muy rápido, según el promedio de los primerizos y eso lo aliviaba, tendrían a su bebé en brazos muy pronto. También le advirtieron que desde ese momento el intervalo entre contracciones sería cada vez menor hasta dilatar un centímetro por hora.

—Tú tío dice que saldrá del aeropuerto en el próximo vuelo. —Anunció Nathan dejando el teléfono sobre la mesita de noche—. Estará aquí para el anochecer.

—Qué bueno. —Exclamó acariciando su vientre.

Su tío era la única familia que tenía. Lo adoptó cuando sus padres fallecieron y se encargó de su educación desde los quince años. Era estricto, pero era dulce a su manera, lo quería mucho y deseaba que fuera de los primeros en conocer a su hijo.

—¿Al final tu madre no pudo venir?

Nathan levantó los hombros como si no le importara el hecho, pero sabía que sí. Lo habían estado hablando por varios meses, tanto su hermana como su madre deseaban estar a su lado en ese momento tan importante para él, ahorraron desde que se enteraron para poder volar, pero el empleo de Hanna no le permitió estar ahí a tiempo.

—Llegará el fin de semana. —Confesó con una enorme sonrisa.

Sasha correspondió el gesto, alargó el brazo y acarició el hombro de su novio. Sabía cuánto le emocionaba ver a su madre y hermana después de dos años, además, era la primera vez que ellas vendrían a su casa y sería para conocer a su nieto y sobrino.

—¡Qué emoción! —Apoyó tomando su mano—. Tenemos que preparar un gran banquete para recibirlos. Podríamos intentar con algunos platillos de Rusia.

—Eso les encantaría. —Apoyó Nathan, pero apenas mencionar la comida Sasha pudo escuchar como su estómago gruñía.

—Es casi la hora del almuerzo. —Recordó Sasha.

Había dejado todo listo en la cocina para el desayuno, ni siquiera eso pudieron hacer antes de salir de casa. Él no tenía apetito dadas las circunstancias, pero Nathan, que se había quedado paciente a su lado por tantas horas, tan solo había comido algunos bocadillos de la máquina expendedora fuera de la habitación.

—Deberías ir a la cafetería a comer algo.

Se encontraba recostado sobre su lado izquierdo para descansar un poco su espalda, Nathan estaba sentado sobre la cama detrás de él para masajear la zona con cuidado y con eso ayudarlo a relajarse.

—¿A comer? —preguntó incrédulo.

—Sí. —Continuó al tratar de darse la vuelta para mirarlo—. Los bocadillos no son suficientes, ¿o sí?

—No, no lo fueron. —Reveló con una risa contenida.

Nathan comía mucho todo el tiempo, pero cuando estaba ansioso solía hacerlo en exageración, razón principal por la que hizo notar un par de veces de su aumento de peso desde que supo que sería padre. Era comer o ponerse a entrenar y no creía que se pusiera a hacer lagartijas o flexiones en medio de la habitación ahora.

—¿Tú tienes hambre? —preguntó después de un rato.

—Para nada. —Suspiró volviendo a recostarse—. Pero estaremos aquí por al menos dos horas más, deberías ir a comer algo

—¿Y si me necesitas?

—Podemos llamar a Calire y a Johanna para que me hagan compañía mientras estás en la cafetería. —Sugirió colocándose de nuevo boca arriba—. Siguen en la sala de espera, ¿no?

—Pero...

—Estaré bien. —Insistió apretando su mano—. La doctora dijo que los signos de Nikolai son estables y todo está yendo bien. Ve a comer, amor.

Nathan lo dudó un poco más, pero al final no podía negar que tenía hambre y que debía reponer fuerzas, al menos a Sasha tenía una intravenosa para controlar su glucosa e hidratación. Salió de la habitación apenas Claire y Johanna entraron a la habitación.

Conversó unos minutos con ellas, también se veían algo cansadas, cinco horas en esas incómodas sillas de la sala de espera también las estaba afectando. La buena noticia era que pronto terminaría y habrá valido la pena.

Una nueva contracción llegó y él se preparó, o eso fue lo que pensó cuando escuchó que uno de los monitores emitía un pitido, pero no sintió nada en el vientre, lo que le extrañó. Apenas un par de segundos después y el enfermero entró a la habitación, con prisa, aunque intentaba mantener la calma. Revisó los signos del bebé y menos de treinta segundos después, la doctora entró preguntando qué pasaba.

—Es un descenso. —Dijo el enfermero. Sasha no entendió, pero sabía que algo estaba mal por el tono y la mueca que había en su rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó nervioso.

La doctora se acercó a él y levantó la sábana sobre las piernas de Sasha para revisar.

—Esto será un poco molesto. —Explicó ella.

Inmediatamente después sintió que presionaba dentro de él, aunque no duró mucho tiempo. La doctora volvió a bajar la sábana y se veía preocupada cuando se dio cuenta que los signos en el monitor no cambiaban.

—Tienes ocho centímetros de dilatación. —Explicó antes de que el preocupado padre pudiera preguntar de nuevo—. Pero los latidos del bebé están disminuyendo, Sasha, tenemos que prepararte para cesárea.

—¿Por qué? —preguntó nervioso—. ¿Qué le pasa a mi bebé?

—El cordón umbilical está enredado en su cuello y corta el oxígeno que recibe.

—¡No! —Exclamó nervioso sujetando su vientre. Temeroso miró suplicante a Claire y Johanna que seguían en la habitación.

—Iré por Nathan a la cafetería. —Anunció Johanna cuando salía de la habitación con prisa.

Claire se quedó a su lado y lo abrazó para intentar consolarlo.

—No te preocupes. —Tranquilizó la doctora mientras se ponía en pie—. Te aseguro que traeré a tu bebé a salvo, ¿de acuerdo?

Sasha sentía un nudo en la garganta. Detestaba no poder hacer más que esperar a que el bebé resistiera lo más posible hasta que llegara al mundo. No tenía más opción que confiar en la doctora, así que asintió y ella le sonrió antes de salir también.

Pronto un par de auxiliares llegaron para prepararlo para llevarlo al quirófano. Claire no se apartó de su lado hasta que Nathan llegó, nervioso y agitado por la carrera. Las chicas le desearon lo mejor antes de salir también.

­—No te apartarás de mi lado, ¿verdad? —preguntó a Nathan mientras caminaba junto a la camilla.

—Me quedaré contigo.

Sin embargo, cuando Sasha cruzó las puertas del quirófano, no lo dejaron pasar y eso lo dejó todavía más ansioso. Afortunadamente él no tardó en estar de vuelta con él, vistiendo ropa de enfermero, una cofia y cubrebocas. Su voz lo arrullaba mientras la cesárea se llevaba a cabo y pronto la habitación fue inundada con el llanto de su bebé.

Un regalo sorpresa. [Agosto de mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora