Capítulo 13. Contracciones

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Tres días habían pasado desde la fecha estimada para el parto. Pensaron que algo andaba mal con su bebé cuando las contracciones nunca llegaron y corrieron a urgencias para que lo indujeran o realizaran una cesárea en caso de ser necesario, pero la obstetra los tranquilizó diciendo que era algo que solía ocurrir.

Sin embargo, le hicieron una ecografía para descartar cualquier problema, afortunadamente su placenta estaba bien, la cantidad de líquido amniótico era adecuado y el bebé recibía la cantidad de oxigeno necesaria, así que no había signos de alarma, pero también les advirtió que podía prolongarse hasta la semana cuarenta y uno más tres días, y si no entraba en labor para entonces, tendrían que inducirlo.

Sasha trataba de mantenerse positivo, pero la verdad era que ya estaba demasiado cansado, su vientre era inmenso y el dolor de espalda apenas lo dejaba dormir. También estaba muy nervioso, cada vez que detectaba que Nikolai dejaba de moverse por más de diez minutos comenzaba a llamarlo hasta que respondía con un pequeño golpe. Eran días muy difíciles.

Contemplaban que para esas fechas ya tendrían a su bebé en brazos y no podía evitar sentirse un poco decepcionado, quería ver el bonito rostro de Nikolai.

Le dieron algunas indicaciones para estimular las contracciones, entre ellas la pelota suiza, que consiguieron desde la semana treinta y ocho. Sasha hacía sus ejercicios todos los días, era un beneficio que se encontrara de vacaciones de verano, así podía dedicarle varios minutos un par de veces al día.

Otra recomendación fue que tuvieran sexo un par de veces al día y, por supuesto, siguieron esa indicación al pie de la letra. Lo hacían por la mañana antes de que Nathan se marchara, por la tarde cuando llegaba y por la noche antes de dormir. No podía decir que era un sacrificio tener que hacerlo, hasta ahora esa era la mejor parte de su embarazo prolongado, pero no sabía cuánto tiempo podrían mantener ese ritmo.

Por último, le dijeron que caminar por la casa serviría tanto como todo lo demás, entonces aprovechó el tiempo y recorrió todas las habitaciones, especialmente la del bebé para ordenar y hacer un poco de limpieza. Arregló todo varias veces al día. Limpiaba los muebles y adornos con el plumero, aspiraba el polvo de los cojines, peluches y las mantas, acomodaba la ropa del bebé, limpiaba los biberones, todo lo que se le ocurriera hacer para recibir a su bebé ya lo había repetido varias veces en las últimas semanas, pero no podía evitarlo.

Esa mañana se dedicó a rehacer las maletas necesarias para llevar al hospital, tanto la de Nikolai, la de Nathan y la propia. Cambió varias veces los conjuntos que llevaría, productos de limpieza, agregaba o quitaba pañales, mantas, biberones y reacomodaba todo en la maleta según lo consideraba conveniente, por su fragilidad, utilidad o cualquier otra cosa que se le ocurriera.

Cuando estuvo satisfecho se colgó la pañalera al hombro para llevarla a su lugar, cerca de la puerta del apartamento para tomarla de salida en el momento justo, pero se detuvo cuando sintió que una pequeña presión nacía en el bajo vientre. Se inclinó para intentar contenerlo mientras se apoyaba en la baranda de la cuna y respiró profundo para calmarse.

No duró más de treinta segundos y cuando terminó caminó con prisa hasta su teléfono para observar la hora. Tenía que monitorear esos pequeños cólicos, no estaba seguro si eran contracciones falsas o verdaderas, pero necesitaba estar atento, si resultaban reales llamaría a Nathan de inmediato.

Ya más tranquilo, dejó la pañalera en la mesa junto a la puerta y caminó a la cocina. Ahora debía preparar algo para comer, Nathan no debía tardar ahora que no tenía que ir a su segundo empleo. Sus pies hinchados, el peso en su vientre y las malas horas de sueño no conseguían detenerlo, estaba tan ansioso que hacía de todo para mantener ocupada su mente.

«Tuve un pequeño cólico.» Envió a Nathan en mensaje para mantenerlo al tanto.

«¿Fuerte? ¿Quieres que vaya a casa?» Respondió de vuelta casi de inmediato.

«No. Fue pequeño, si vuelve a pasar como dijo la doctora, te llamo. Tranquilo, estamos bien.» Contestó.

«De acuerdo. Descansa, estaré atento. Te amo.»

Sasha sonrió por su preocupación. Durante esos días no deseaba irse a trabajar, pero no era lo indicado, no sabían cuándo pasaría y no podía perder toda una semana de trabajo en caso de que tuviera que esperar a la fecha estimada para inducirlo. Lo único que procuró fue no agendar sesiones en el estudio durante las próximas dos semanas, así estaría a su lado cuando el parto llegara.

Decidió preparar un poco de borsch, una sopa originaria de Rusia elaborada con algunos vegetales. No era la misma sazón que tenía su niñera cuando niño, pero estaba orgulloso de decir que se acercaba bastante.

—Amarás el borsch tanto como yo. —Animó a Nikolai acariciando cerca de su ombligo cuando la sopa estuvo lista. Parecía que sería así pues comenzó a moverse inquieto cuando le dio un sorbo para asegurarse de que tenía buen sabor—. Es delicioso y saludable.

Volvió a detenerse de pronto al sentir otro cólico parecido al anterior. Miró el reloj en la pared. Casi hora y media desde la última vez. No podía decir que era algo regular, pero envió un mensaje a su obstetra para mantenerla informada.

Iba a enviar un mensaje a Nathan cuando este abrió la puerta y, al verlo inclinado levemente contra la barra de la cocina, se apresuró a llegar a su lado y acarició su espalda baja.

—¿Son contracciones? —inquirió nervioso.

—No, solo es un cólico. —Tranquilizó dándose la vuelta para recibirlo con un beso—. Le envié un mensaje a la doctora Barclay, no te preocupes. Estaba por enviarte a ti también.

—Has estado moviéndote toda la mañana, ¿verdad? —Acusó al ver la sopa y la puerta de la habitación del bebé, abierta.

—La doctora recomendó caminar, recuerda.

Nathan suspiró y con una sonrisa lo animó a caminar hasta el sofá.

—Es verdad, pero Nikolai ha crecido tanto que parece que puedes romperte.

Sasha se quejó y rio al mismo tiempo. Nikolai pateó tan fuerte que parecía haberse molestado por el comentario de Nathan. Este notó el movimiento y negó mientras abrazaba a su novio.

—Lo siento, sé que no le harías daño a tu papá, no lo volveré a decir. —Se disculpó con una enorme sonrisa.

—Yo también necesito una disculpa. —Susurró Sasha buscando una mejor posición para acercarse a sus labios—. Mi cuerpo no es tan frágil, aunque sea pequeño.

—Eso lo sé. —Se inclinó para facilitarle el trabajo al menor y suspiró cuando sus labios se unieron—. ¿Quieres hacerlo aquí en el sofá? —sugirió al acariciar su pierna sobre el mallón que usaba.

—¿No quieres comer algo primero? —mencionó, aunque su cuerpo ya comenzaba a reaccionar.

—No, ya estoy listo. —Susurró pícaro y comenzó a recostar a Sasha sobre los cojines.

Sasha rio por su acción, pero no se negó. Ambos sabían que cuando Nikolai naciera no iban a tener la energía ni el tiempo para esto y debían aprovechar tanto como pudieran hasta el parto.

Un regalo sorpresa. [Agosto de mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora