Capítulo 17. Cordón umbilical

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Sentía que se iba a desbordar en lágrimas tan pronto como lo subieron a la camilla del quirófano y a su alrededor aparecieron varios doctores, enfermeros y auxiliares para atender la cesárea. Solo conocía a la doctora Barclay entre tantos rostros y eso lo ponía más nervioso.

Colocaron una enorme sábana sobre su pecho para que no pudiera ver lo que harían sobre su vientre y eso era lo mejor, bastante asustado estaba ya de saber que le harían una cesárea y que su hijo tenía el cordón enredado.

Trató de respirar profundo para tranquilizar su ritmo cardiaco, pensando que así podía ayudar un poco a que el ritmo de su bebé también se estabilizara, pero le estaba costando trabajo. Por fortuna, Nathan no tardó en llegar a su lado vestido con ropas médicas. Apenas vio aparecer su rostro a contraluz de la enorme lámpara sobre él, inmediatamente sintió como el miedo disminuía considerablemente.

Estaba a su lado, tal como había prometido.

—Lo estás haciendo perfecto, cielo. —Dijo con suave voz mientras acariciaba su frente sudorosa—. Solo resiste un poco más.

Sasha asentía con una sonrisa, pero detrás de su clara voz al consolarlo, también escuchaba el murmullo de los médicos mientras realizaban el procedimiento. Tenía el vientre y las piernas adormecidas, no podía sentir nada, pero sabía lo que estaba pasando y eso lo asustaba.

—Ey, Sasha. —Llamó Nathan junto a su oído—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

—Sí. —Sonrió, sabía que lo decía para intentar distraerlo y lo agradecía, eso era lo que necesitaba justo ahora. Abrió sus ojos y se encontró sus hermosos ojos verdes de largas pestañas, los mismos que vio aquella tarde—. Cinco de febrero del dos mil diecisiete.

Nathan no pudo evitar reír por sus palabras, besó su frente y asintió.

—Qué precisión. ¿Recuerdas cómo fue?

—Estabas en la cafetería, a punto de terminar tu turno, ¿no?

—Fue un cansado lunes, lo que más quería era que el turno terminara. —Comenzó con una sonrisa, Sasha no podía verla, pero sabía que sonreía y mostraba sus colmillos largos en proporción de sus dientes—. Y entraste tú. Capuchino con crema irlandesa, leche de soya y dos de azúcar.

—¿Lo recuerdas? —rio enternecido.

—Por supuesto. —Besó su frente sudorosa y rio junto a él—. Y galletas caseras de mantequilla. Volviste cada tarde a partir de entonces a pedir exactamente lo mismo.

—Yo solo quería verte. —Confesó con una sonrisa—. El atractivo y coqueto chico de la cafetería.

—Cada vez te quedabas hasta que yo me iba. —Se burló. Tomó una franela y limpió el sudor de su rostro con cuidado—. Tardaste cuatro meses en pedir mi número.

—Tus galletas de mantequilla me hicieron engordar tres kilos. —Recordó con un puchero—. No podía seguir manteniendo esa dieta.

—¿Entonces lo hiciste por vanidad?

—Y porque me gustabas mucho.

Sasha cerró los ojos para concentrarse en ese recuerdo. Jamás olvidaría el día en el que se perdió al caminar entre las calles después de pasear por el nuevo centro comercial. Estaba hambriento y cansado, al entrar a la cafetería vio por primera vez la hermosa sonrisa de Nathan y quedó prendado de él. Él era un romántico, siempre creyó que había sido amor a primera vista. Jamás olvidaría ese primer encuentro.

—Aquí está. —Escuchó la voz de la doctora Barclay.

Inmediatamente después el llanto de Nikolai inundó toda la habitación. Sasha abrió los ojos, anhelante, y pudo ver a una pequeña masita rosada en las manos de la doctora que lo sujetaba en alto para que pudiera darle un primer vistazo.

—Es Nikolai. —Anunció Nathan emocionado, parecía que tenía un nudo en la garganta.

Era muy pequeñito con una mojada maraña de cabello rojizo en la cabeza. Meneaba sus brazos y pies desesperado al sentirse expuesto en el ambiente frío del quirófano y no dejaba de gritar a todo pulmón.

—Míralo. —Rio Sasha con lágrimas en los ojos—. Míralo, Nathan, es él.

—Así es. —Su novio acompañó su risa mientras apretaba con fuerza su mano.

La doctora entregó la tijera umbilical a Nathan y él no demoró en cortar el cordón de Nikolai con una mano firme, sin ninguna muestra de duda a pesar de que debía encontrarse tan nervioso todo ese tiempo. Su bebé no pudo haber tenido un mejor padre, él movería esas fuertes manos para protegerlo.

Una de las enfermeras lo tomó y lo alejó un poco mientras uno más limpiaba su pequeño cuerpo con una franela. No tardaron mucho en traerlo de vuelta envuelto en una manta blanca y un bonito gorro lila en su cabeza, cubriendo su mechón de cabello. Lo entregaron a Nathan que se inclinó sin demora para que su pequeño rostro quedara junto al de Sasha.

—Saluda a papi. —Pidió Nathan con una voz tan suave.

—Hola. —Saludó Sasha con una enorme sonrisa.

Los grandes ojos grisáceos de Nikolai lo observaron atento. Era como un sueño ver finalmente el rostro de su amado hijo. Era regordete, con grandes mejillas y labios delgados de bolita, le pareció que sonreía mientras escuchaba sus voces llamándolo por su nombre.

Inquieto, movía sus brazos al aire por fuera de la manta, Sasha levantó su mano para intentar acariciarlo y él no tardó en aferrarse a uno de sus delgados dedos mientras balbuceaba.

—Hola, pequeño Nikolai. —Murmuró con dificultad. Su lengua no quería moverse a su voluntad—. Soy papá.

—Está feliz de verte. —Dijo Nathan mientras lo mecía entre sus brazos—. ¿Verdad que sí, Nikolai?

Sasha intentó sonreír al escuchar como Nathan hablaba con su hijo, quería decirle cuánto lo amaba, a ambos, y lo feliz que era en ese instante, pero ya no pudo mantener sus ojos abiertos por más tiempo. La cabeza le daba vueltas y no sentía sus extremidades.

"Hay que preparar galletas de mantequilla para cuando Bianca llegue." Escuchó que alguien decía, pero no pudo contestarle.

A punto de perder la consciencia escuchó como Nathan lo llamaba insistente, a la enfermera decirle que debía retirarse y a Nikolai volver a llorar con fuerza. Trató de pedir que no se fuera, que consolara a su hijo si estaba llorando, pero no pudo. Ya no escuchó más después de eso y se sumió en un profundo sueño negro.

Un regalo sorpresa. [Agosto de mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora